Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/364

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dista que patrocinaba la candidatura de éste, no tenía inconveniente en que aquella misma desacreditada asamblea siguiera ejerciendo sus funciones, reconociéndola por legítimo poder del Estado, conforme ya otra vez se la había reconocido para votar la Paz de Setiembre.

Esta fué, vista con la perspectiva histórica necesaria, la cuestión que se planteaba en los últimos meses de 1897 y que vino a desembocar en el golpe de Estado del 10 de febrero del 98, día en que Cuestas, incapaz de doblegar la voluntad de la mayoría parlamentaria que había proclamado su candidato a Tomás Gomensoro y contaba con votos suficientes para elegirlo presidente de la República el 12 de marzo, dió un decreto disolviendo la Asamblea y erigiéndose en dictador bajo el título de Presidente Provisional de la República. Sus ministros, Eduardo Mac-Eachen, en gobierno; Gregorio Castro, en Guerra y Marina; Jacobo A. Varela, en Fomento; José R, Mendoza, en Hacienda, y Joaquín de Salteraín, en Relaciones Exteriores, refrendaban el histórico documento,

Un Consejo de Estado compuesto de 88 miembros, en la proporción de 38 colorados, 23 nacionalistas y 7 constitucionalistas, era llamado a funcionar como entidad legislativa, y todos los miembros de la disuelta Asamblea que habían adherido a la candidatura de Cuestas — y no eran precisamente la élite de aquélla — tuvieron su asiento reservado en el Consejo.

El año de gobernante de facto se caracterizó por una permanente agitación política, abundante en conspiraciones y destierros, y dos estallidos revolucionarios, uno de verdadera entidad que estuvo a punto de triunfar en Montevideo el 4 de julio de 98, y el otro una invasión comandada por el coronel Zenón de Tezanos y el mayor Arturo Isasmendi, que tuvo por teatro el departamento de Colonia y que fué dominado sin dificultad en febrero del 99,

Como en el país no había clima para una convocatoria a elecciones, los partidos coparticipantes en el gobierno resolvieron acordar previamente el número de diputados y senadores que correspondería a cada uno de ellos en las mismas cámaras, y una vez fijado éste, los respectivos directorios llenarían los cargos con personas de su elección. Las listas así formadas serian depositadas en les urnas por los sufragantes que interviniesen en ese simulacro de sufragio, quedando entonces inaugurada la política que se llamó del Acuerdo, gracias a la cual el presidente Cuestas pudo ir aplazando los graves problemas políticos del futuro que luego correspondería afrontar a su Sucesor.

Gracias a este sistema de contemplaciones y de equilibrio con el Partido Nacionalista, al cual, por el pacto, se le había adjudicado en posesión permanente la administración jefaturial de seis departamentos lejanos y sin apropiados medios de

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