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de convertirse en un odio inextinguible.

Señalado en el ambiente político por su exaltación partidaria y su propaganda radical, el presidente Pereira lo trajo a ocupar la cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores al desprenderse del Dr. Joaquín Requena, elemento moderado y sin prestigio político en la masa del Partido Blanco, el 4 de enero de 1858.

Los momentos porque atravesaba el gobierno eran precisamente gravísimos, pues a la revolución colorada que en campaña sostenía el coronel Brígido Silveira desde el mes de diciembre del 37, se añadió el desembarco en las proximidades de Montevideo, el día 6 de enero, de una expedición comandada por el general César Díaz.

Una serie de medidas de sello propio caracterizaron pronto al nuevo ministro, tales como el cierre de nuestros puertos al Estado de Buenos Aires — por sospechas de inteligencia con los rebeldes — y la expulsión de su cónsul; la solicitud de intervención al Brasil, e idéntico pedido al presidente argentino Urquiza, que respondió con el pronto envío de fuertes columnas entrerrianas que cruzaron el Uruguay en defensa del gobierno.

Vencidos los revolucionarios en el Paso de Quinteros en febrero del 58 por el ejército que comandaba el general Anacleto Medina, mediante un convenio que se capituló entre ambos jefes, el gobierno de Pereira, negando validez al pacto, obligó a su general en jefe a faltar al compromiso de honor y los jefes capitulados — de general a sargento mayor — fueron pasados por las armas, con la concurrencia de detalles inenarrables.

La principal responsabilidad de este crimen oficial arrancado al presidente Pereira en medio de vacilaciones y coacciones de toda especie — narradas al detalle por el Dr. Juan José de Herrera en una famosa carta a Andrés Lamas — atribúyese en mucha parte al ministro Carreras, el cual por otro lado se desinteresó no sólo de defenderse, sino que más tarde calificó aquellas masacres como saludables ejemplos de justicia, expresando en otra ocasión que cien veces, si hubiera sido necesario, habría firmado la orden de muerte.

La tensión de les espíritus ante semejantes sucesos no podía prolongarse mucho tiempo y Pereira. cambió de Secretario de Estado, reemplazando al Dr. Carreras, el 12 de junio, por el general Antonio Díaz, hombre templado y con larga práctica de gobierno. Sin embargo, en el último año de su actuación gubernativa volvió a llamarlo al ministerio en igual secretaría, el 24 de julio de 1859, falto, en su ocaso político, de un consejero expeditivo y responsable capaz de acompañarlo hasta el fin del gobierno.

Diputado a la 9ª legislatura en 1861, redactó al mismo tiempo el diario “La Discusión”, y en ese período tuvo lugar su acusación pública a José Cándido Bustamante, que afirmaba por la prensa la existencia de una capitulación en Quin-

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