Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/401

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

que no había usado la cátedra y alegando su libertad de periodista.

Santos, azuzado por el Ministro de Instrucción Pública, Juan L. Cuestas, hombre violento y vengativo, llevó las cosas a tal extremo que ellas trajeron como consecuencia la subsiguiente destitución del Dr. José P. Ramírez del Rectorado de la Universidad y la renuncia en masa del Consejo del mismo instituto. (Ver José P. Ramírez).

Para sustituir el sueldo del maestro que quedó en apremiante situación económica, sus amigos organizaron la llamada Sociedad de Lecturas Públicas, en la que Desteffanis tomó el cargo de conferencista principal.

Así continuaron las cosas hasta 1887, en que el gobierno de Tajes abrogó el decreto santista y Desteffanis recuperó la cátedra donde permaneció casi por el resto de la vida. Ya en la vejez y no obstante la semi-ceguera que entristeció sus últimos tiempos, Desteffanis tradujo y anotó, con la colaboración de su colega el Dr. Miguel Lapeyre, la “Historia de la Civilización” por G. Doucoudray, publicada en dos tomos en 1892. En ella se incluían los criterios de Filosofía Histórica aparecidos en opúsculo en 1889 y anterior mente en los Anales del Ateneo.

El 31 de agosto de 1899, su existencia tuvo fin en Montevideo.

Hombre de sentimientos altruistas, tuvo señalados servicios en la Comisión Popular cuando la espantosa epidemia de fiebre amarilla lo sorprendió accidentalmente en Buenos Aires en 1870.

Liberal convencido y militante, su vez se hizo oír muchas veces en la tribuna del centro “Francisco Bilbao”.

Eminente polígrafo, conocedor profundo de las letras clásicas, bibliófilo expertísimo que poco a poco degeneró casi en bibliómano, reunió el profesor Desteffanis la mayor biblioteca particular que existiera hasta entonces en el país, calculada en unos 25.000 volúmenes especializados en ciencias históricas donde figuraban títulos de alta rareza.

Este inestimable tesoro — que representaba toda la vida de un sabio — se aventó en remate público a la muerte del dueño, sin que ni la Universidad ni el Ateneo, ni el Ministerio de Fomento, bajo un presidente todopoderoso como Cuestas, hicieran nada para evitar no aquella injusticia del destino, sino la pérdida para la Nación de todo un invalorable caudal de cultura. Solamente las cosas parecían defenderse por su propia inercia: comenzó el remate el 28 de noviembre de 1899 a las 2 de la tarde y continuó esa noche y 39 noches más, hasta concluir el 25 de enero del año siguiente. Pasaron bajo el martillo 5.187 lotes, obteniéndose de la venta un producto líquido que no subió de 3.529 pesos con 73 centésimos, insuficiente para cubrir las deudas sucesorias.

— 401 —