Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/407

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dente de la comisión redactora de un código militar.

En las postrimerías de su administración, Atanasio C, Aguirre lo hizo miembro del Consejo Militar de Defensa, Inspector General de Infantería el 4 de enero de 1865, y jefe de las líneas de defensa de la capital, el 25.

Dispuso el anciano general las menguadas fuerzas como mejor entendió, pero todo fué en vano porque no se trabó lucha. El presidente del senado don Tomás Villalba negoció un tratado con el general revolucionario, convencido de que toda resistencia era inútil y el general Díaz, como “jefe de todas las fuerzas existentes en la capital”, tuvo el doloroso encargo de hacer cumplir el pacto, empezando por el desarme y licenciamiento de la Guardia Nacional, hasta que recibiera órdenes del general Flores, jefe del Gobierno Provisorio, a quien debía pedirlas en adelante.

Poco sobrevivió Díaz a la derrota de su partido, muriendo en Montevideo el 12 de setiembre de 1869.

Muerto en la pobreza, este hombre de estudios y de labor histórica, dejó unas Memorias, inéditas hasta ahora, aunque algunos fragmentos han visto la luz, y parece haber sido él quién acumuló gran parte de los materiales que su hijo Antonio empleó más tarde para coraponer su Historia General de las Repúblicas del Plata.

A pesar de su larga actuación al lado de Oribe, el general Díaz no concitó odios entre sus adversarios políticos. Oribe, por su parte, le toleró discrepancias y actitudes de rebeldía que en otros militares no había nunca admitido, atribuyéndose este trato excepcional a que el general Díaz era hombre que, conforme se dijo antes, gozaba de las simpatías y de la confianza de Rosas que lo respaldaban.


DIAZ, CESAR Víctor


eral, ministro, jefe de la División Oriental en el Ejército Grande Aliado en Sud América, que concluyó con la tiranía de Rosas en la batalla de Caseros.

Había visto la primera luz en Montevideo el 16 de julio de 1812, Hijo de español y de madre uruguaya, las circunstancias de nacimiento no impidieron a su padre, Francisco Díaz “paisano de todos los hombres libres” — palabras del general — consagrarse al servicio de la revolución americana, a la cual ofreció su brazo en el sitio de Montevideo de 1812 a 1814, en las Provincias Unidas y en Chile, a donde fué con la expedición de San Martín y donde concluyeron sus días.

Muerto el padre, y en consideración a los servicios del mismo, el joven César fué admitido como cadete en la Academia Militar de Santiago, pero el regreso de los suyos a Buenos Aires le obligó a interrumpir los cursos en 1825.

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