Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/411

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biara un orden de cosas inconciliable con las normas más elementales de la vida republicana.

Con tal proyecto se reunió en Buenos Aires un plantel escogido de jefes y oficiales del Partido Colorado, desterrados o emigrados de la patria y juntamente con un corto número de individuos de tropa que sumaban en total 75 hombres, embarcó Díaz en la goleta “Maipú”, para tomar tierra el 6 de enero de 1858 en la costa del Cerro de Montevideo, próximo al saladero de Lafone.

Fuerzas que ya operaban en campaña a la órdenes del coronel Brígido Silveira, acudieron a proteger la operación. El ataque llevado el día 9 a la capital como parte principal del plan, fracasó, aunque los atacantes llegaron hasta la Plaza Cagancha. Las inteligencias con que se creía contar en el recinto de la ciudad no se manifestaron y la pérdida del sargento mayor Macedonio Farías, jefe de la infantería, trastornó el asalto de las trincheras.

Obligado a operar en campaña, en condiciones desfavorables para su infantería, libró con el ejército gubernista del coronel Lucas Moreno el combate de Cagancha en el departamento de San José, que dejó indecisa la suerte de las armas. Continuando después su marcha hacia el Norte, tenazmente perseguido por el grueso del ejército del general Anacleto Medina, éste consiguió darle alcance en el Paso de Quinteros del Río Negro.

Rodeado y en la certeza de que cualquier resistencia era imposible, el general Díaz negoció una capitulación con el general Medina deseoso de evitar el exterminio de sus hombres, agotados por el rigor de las marchas y faltos de armas y de municiones.

El gobierno de Pereira desconoció la validez de la capitulación ajustada por su General en Jefe, ordenándole en vez a Medina, que diese cumplimiento a un decreto expedido días antes, por el cual César Díaz y los jefes a sus Órdenes estaban condenados a muerte de antemano, y debían ser pasados por las armas sin más requisito que el de la identificación personal en caso de que cayeran en manos de las autoridades.

Este decreto era conocido por el general Medina y se le había reiterado.

Medina, sin atreverse a hacer respetar su palabra empeñada como Jefe del Ejército, procedió a cumplir la bárbara orden, deshonrando así para siempre el nombre prestigioso que había tenido y merecía tener por sus magníficas proezas de soldado. — (Ver: Anacleto Medina).

El 1° de febrero de 1858, el ejército del gobierno detuvo su marcha en una cuchilla próxima al Durazno y el general César Díaz, bajado de su caballo, fué fusilado a las siete de la tarde juntamente con el general Manuel Freire, el coronel Francisco Tajes, los comandantes Eugenio Abella, Isidro Caballero y

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