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en los largos años de la Guerra Grande.

Conforme a la inscripción de la piedra tumbal en el cementerio de la ciudad de Dolores había nacido en el año 1813.

Las primeras constancias ciertas de su carrera de armas datan de abril del año 1838, cuando era teniente 2° del 8° escuadrón de milicias de caballería, del cual pasó al N° 10, donde se le promovió a teniente 1° en enero del año 39.

Capitán en 1841, pasó a servir en el escuadrón 5° de caballería, y en 1842, con el mismo grado, marchó agregado al Estado Mayor del ejército de operaciones en Entre Ríos y fué de los vencidos de Arroyo Grande, jornada fatal para la República, librada el 6 de diciembre del mismo año 42.

Al ajustarse la paz de octubre de 1851, ejercía funciones de jefe y comandante militar de la isla de Martín García, vuelta a la legitima posesión del país desde el 5 de setiembre de 1845, fecha en que el coronel José Garibaldi, jefe de la Escuadra Nacional, con el apoyo de los barcos interventores franceses e ingleses, desembarcó y tomó posesión de ella, rindiendo al comandante rosista Pedro Rodríguez que la ocupaba, y sustituyéndolo por el mayor José María Artigas, descendiente directo del Protector de los Pueblos Libres.

Con anterioridad, en 1838, ya se había enarbolado en la isla la bandera nacional, después de su ocupación por fuerzas uruguayo-francesas, pero de acuerdo con la Convención Mackau se le devolvió a Rosas en 1840 por los jefes interventores, no sin protesta del gobierno de Rivera, por cuanto significaba disponer de una parte de territorio uruguayo. De modo que era en virtud de la ocupación de 1845 que la isla, en 1852, estaba en manos de sus dueños, reconquistada y conservada por ellos.

Libre la República Argentina de su tirano, por el esfuerzo del Ejército Grande Aliado en Sud América que lo venció en Caseros el 3 de febrero de 1852, las nuevas autoridades constituidas en Buenos Aires se apresuraron a reclamar la isla de Martín García, alegando lo que consideraba sus derechos.

Nuestro gobierno, a cuyo frente estaba Bernardo P. Berro en su carácter de presidente del Senado, obligado desde luego por lo excepcional de las circunstancias, pues no podía oponer la fuerza a un eventual desalojo, pero con apresuramiento excesivo — que algunos han creído debilidad — ordenó la devolución de nuestra isla, proveyendo el 28 de febrero de 1852, al pié de la nota del gobierno argentino, que “salvando los derechos que la República pueda hacer valer sobre la isla de Martin García, el Ministerio de la Guerra diese las órdenes convenientes para su evacuación y entrega a las fuerzas argentinas que se presentarán a tomar posesión de ella”.

En cumplimiento de este decreto, el 17 de marzo tuvo lugar la toma

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