Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/432

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incapaz de concebir siquiera el llamado “margen de la arbitrariedad necesaria”, dispuesto a gobernar encuadrado en el marco de una constitución que se había demostrado era inaplicable en la práctica. Honrado a carta cabal y meticuloso en punto a detalles administrativos, dispuesto a introducir las máximas economías presupuestales para neutralizar en lo posible la extrema situación del erario público, el mayor elogio de su gobierno desde este particular punto de vista, estaría en decir que durante los dos años de su presidencia no se giró ninguna orden contra Tesorería, no se otorgó un solo grado, ni hubo un solo ascenso en el ejército.

Rudamente combatido en el parlamento por una coalición de oposiciones y mal defendido a la vez por sus propios amigos políticos, extraviados todavía más que el Presidente en un vasto campo de utopías, verdaderos enfermos de perfección empeñados en vivir en fórmulas, en no cobrar contacto con la realidad, en no sustituir el álgebra por el objeto, la pésima situación de la hacienda pública entenebreció todavía más el panorama y una misión financiera, especialmente enviada a Europa para negociar un empréstito, no tuvo resultado.

No entra en la biografía esquematizada del hombre trazar ni aún en esbozo la historia de un gobierno, cuyas directivas quedaron expuestas ya.

“Digamos solamente que las fracciones principistas — avizorando peligros próximos — trataron aunque tarde de cerrar filas, pero la lucha política que había asumido caracteres extremos en el parlamento y en la prensa, trajo como consecuencia un choque sangriento alrededor de la mesa donde se votaba alcalde ordinario, en la Plaza de la Constitución, el 10 de enero de 1875, dejando un saldo lamentable de muertos y heridos.

Cinco días más tarde, el 15, los batallones de la guarnición amanecieron acampados en la misma plaza, Sublevados en horas de la noche todos los cuerpos de línea, salieron a la calle al mando de sus respectivos jefes, con excepción del 3° de cazadores a cuyo frente marchaba su segundo el mayor Angel Casalla, pues el comandante Carlos Lallemad, su jefe, dando un magnífico ejemplo de honor militar, se negó a secundar a sus desleales y desatentados compañeros.

Por la mañana, éstos dieron a publicidad un escandaloso documento por el cual declaraban depuesto al presidente constitucional y nombraban Gobernador Provisorio, por autoridad propia, a Pedro Varela. (Ver: Lorenzo Latorre).

Ellauri, traicionado por jefes que él creía sus adictos amigos, no pudo intentar clase alguna de resistencia y en un momento en que supuso que su vida hallábase amenazada, cruzó una azotea asilándose en un consulado extranjero y luego embarcóse en un buque de guerra brasile-

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