Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/45

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presionado mi ánimo como Delmira Agustini. Es la primera vez que en lengua castellana aparece un alma femenina en el orgullo de la verdad de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su exaltación divina”.

Esta mujer hermosa y atrayente, de ojos verdes y cabellera de luz, cuyos versos parecen traducir un temperamento de fuego “pero cuyo erotismo era nada más que sueño” fue muerta a tiros por su propio marido — que se suicidó sobre su cadáver — en un enloquecido arrebato de celos, el 6 de julio de 1914. La poetisa, a los 28 años, alcanzaba entonces el ápice de su deslumbrante trayectoria lírica.


ALBISTUR, JACINTO

Periodista, director o redactor principal de “El Siglo” durante diecisiete años consecutivos.

No era uruguayo ni inicio su carrera — que fue la diplomática — a servicio del país. Cuarenta años de vida y de labor intelectual en la República, le ganan, sin embargo, una real ciudadanía uruguaya.

Nacido en 1821, fue nombrado Encargado de Negocios y cónsul General de España en el año 1851, entrando a ejercer su cargo en 1854, y más tarde, en 1856, la Duquesa Regente de Parma le dió una representación semejante.

Estuvo al frente de la Legación española en Montevideo hasta el 22 de enero de 1869, fecha en que presentó su carta de retiro y fué sustituido por Carlos Creus y Camps, antiguo encargado de Negocios y Cónsul, el primero que envío España a nuestro país.

Ministro en el Perú en 1865, fue simpática la actitud de Albistur ante el presidente Pezet, tendiente a evitar la ruptura de relaciones que más tarde debía traer el conflicto armado entre las repúblicas del Pacífico y el gobierno de Isabel II, y la victoria del 2 de mayo en el Callao para las primeras.

Más tarde, separado de las tareas diplomáticas, regresó a la República, donde había contraído enlace con una uruguaya.

Hombre de arraigadas convicciones principistas y liberales, confraternizó muy pronto con nuestros más distinguidos elementos intelectuales, integrando — como un criollo — aquel círculo selecto que por paradoja se llamo de los conservadores.

Pero el modo de juzgar los sucesos posteriores y subsecuentes al golpe del 75, el modo de encarar sus consecuencias, más bien dicho, lo distanció de sus camaradas y, contra el “todo o nada” de aquella gente irreductible, ebria de teorías, Albistur levanto la bandera de un posibilismo de circunstancias para tratar de salvar lo más posible en los años espantosos de naufragio institucional.

Pensó, como José Pedro Varela y algunos otros, que había convenien-

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