ción fueron objeto de fundamentales reformas y los primeros códigos nacionales entraron en vigencia. Se concedió el privilegio a la primer línea de ferrocarril con que había de contar la República, inauguróse el telégrafo que nos ligaba a Buenos Aires, y la capital, desde el punto de vista edilicio, experimentó una transformación completa.
Resuelto por fin a restablecer el imperio de la ley, el gobernador convocó el país a elecciones y una vez en funcionamiento las cámaras legislativas, el 15 de febrero de 1868, Flores depuso la autoridad dictatorial entregando el mando a Pedro Varela, que era entonces presidente del senado.
Difícil sería saber su pensamiento intimo respecto a la sucesión en el gobierno de la República el 1° de marzo, aunque lo más probable es que no habría podido sustraerse a la idea de su propia presidencia constitucional por cuatro años.
Pero el secreto se lo llevó Flores consigo, pues durante un movimiento revolucionario estallado en Montevideo el 19 de febrero, cuyo organizador y jefe era el ex-presidente Bernardo P. Berro, el ex-gobernador provisorio fué muerto de ocho puñaladas en la calle Rincón.
Entraba en los números del plan preparado por Berro, según se ha probado, que un grupo de revolucionarios redujera a la impotencia al general Flores apoderándose de su persona.
Esta orden equivalía implícitamente a una orden de muerte, pues el vencedor de Yatay no era hombre de entregarse como un cordero, sobre todo en momentos de peligro político, como efectivamente vino a suceder.
La revuelta fué sofocada el mismo día con pérdida de una porción de vidas, entre las cuales la del mismo Berro, quien, aprehendido en la calle en momentos en que buscaba su salvación en la fuga, fué ultimado en las prisiones del Cabildo, en momentos terribles en que una nube de sangre parecía cernirse sobre la capital.
FLORES, VENANCIO (hijo)
Segundo hijo varón del general Venancio Flores. sin embargo como su primogénito, pues el hermano de ese título llamado Máximo, nacido en Porongos y muerto en temprana edad, no aparece nunca por esa misma causa.
Nació también en pueblo de Porongos, y en Montevideo, donde se educó, fué un buen alumno del Colegio de la Unión y parecía —
aplomado carácter que en él despuntaba — mozo de porvenir.
Antes de entrar al país acompañando a su padre en la Cruzada Libertadora, había estado bajo sus órdenes cuando el general servía en las filas de Buenos Aires en las luchas con la Confederación.
Tenía grado de capitán en el el ejército revolucionario colorado cuan-
