Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/505

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Hijo de Eduardo Fregeiro, fuerte saladerista de la costa del Río Negro, y excelente Jefe Político del departamento de Soriano en el gobierno de Berro, nació el futuro historiador en la hermosa ciudad de Mercedes el 12 de setiembre de 1853.

Despojado del poder el Partido Blanco con el triunfo de la revolución del general Flores en febrero de 1865, Eduardo Fregeiro se creyó en el caso de ausentarse del país siquiera mientras se calmaban las pasiones, pero más tarde tomó la resolución de abandonarlo de modo definitivo, afincándose con toda su familia en la capital argentina,

Desde los 13 años Fregeiro estudió en Buenos Aires, dedicándose luego al profesorado y publicando varios libros de verdadera importancia. Su compendio de Historia Argentina, impreso en París, que apareció en 1877, pasa con razón por uno de los mejores textos que se hayan escrito sobre la materia, y las rectificaciones parciales posteriores — traídas por nuevas investigaciones — nada quitan al mérito de una obra utilizada con proyecto por varias generaciones de estudiantes.

Profesor de Historia de América, de Psicología y de Pedagogía en diversos establecimientos argentinos, reorganizador de los Colegios Nacionales de Córdoba y Catamarca y de varias escuelas normales; Visitador General, en 1897, de las escuelas y colegios de la República, finalizó su carrera educacional ejerciendo con gran autoridad y por largo tiempo el difícil cargo de Director de la Escuela Normal de Profesores.

Alejado finalmente de las aulas, dedicó desde entonces todas sus energías nada más que a sus trabajos históricos, en el retiro de la biblioteca magnífica que había logrado reunir tras pacientísima labor de años y años.

Su personalidad intelectual — ha dicho alguien — era una de esas formadas día por día, en constante mejorar, de la especie de las formaciones geológicas.

Ya en 1884, al tiempo en que Ramírez polemizaba con el “Sud América” a través del río, respecto a Artigas, Fregeiro, por su vasta y profunda versación, era la figura más prestigiosa entre los historiadores platenses.

Un momento se pensó en conseguir que la Universidad instituyera una cátedra de historia americana y nacional, con sueldo proporcionado, para confiársela.

Ramírez le escribía animándolo a que entrase en el plan y significándole la bellísima forma en que podría desempeñarse. “Manteniéndose extraño a la política militante — le dice — tendría Vd. el aprecio de todos los orientales, sería Vd. nuestra enciclopedia y le cabría la honra de fundar la enseñanza de la historia americana y patria prestando un gran servicio...”

Si este inmenso amor al estudio y esta laboriosidad de Clemente Fregeiro llegaron a inspirar verdadero respeto, sus obras históricas signifi-

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