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queño sueldo de secretario de la Comisión Auxiliar, Alonso y Trelles se convirtió en uno de los pocos elementos intelectuales del Tala, orador de las fiestas patrias, fundador del cuadro dramático del pueblo, cuyas representaciones regía y cuyas piezas escribía y ensayaba, propietario y único redactor de “El Tala Cómico”, periodiquito fundado en noviembre de 1894, y de “Momentáneas”, que le subsiguió.

Mezclado en política, como no podía menos de suceder, se hizo ciudadano legal en el año 1902 y en las elecciones para formar la 23ª legislatura salió electo 1er. suplente de diputado por el departamento de Canelones para el periodo 1908-11. Como falleciera el titular antes de entrar en funciones la cámara, Alonso y Trelles pasó a reemplazarlo. Era un mal período en que la tirantez política de los partidos hacíase sentir no sólo en el recinto de sesiones sino en las propias antesalas de la cámara. Conformándose con las consignas rígidas que impusiera el presidente del directorio nacionalista Dr. Martin Aguirre, los legisladores de esta parcialidad formaban tertulia aparte en un saloncito exclusivamente reservado para ellos.

Excepción hecha del Dr. Aureliano Rodriguez Larreta, que siempre circuló libre por antesalas y galerías, pues no acató nunca la absurda consigna, Alonso y Trelles era uno de los pocos diputados opositores que alguna vez se acercaba a cambiar ideas con sus colegas colorados.

Por lo demás, mostró siempre una actitud retraída y su voz — que sin tener acento gallego conservó siempre un marcado seseo español — se escuchó raramente en el recinto.

Su nombradía como hombre de letras todavía no rebasaba de un círculo muy reducido. “El Viejo Pancho” era ignorado por este tiempo, y es lógico que pasara desapercibido como pasó quien era tan modesto de natural.

No fué reelecto al fin de su mandato en la cámara y entonces emprendió un viaje a Europa para visitar a su anciana madre y a sus dos hermanos.

Los años que siguieron al regreso fueron los años de la consagración literaria y el 8 de enero da 1922, la ciudad de San José, tributándole justo y excepcional homenaje, lo consagró ante el país como excelente cultivador de la poesía criolla.

Una larga enfermedad que lo fue aniquilando después de sufrir mucho, concluyó con su vida en Montevideo, el 28 de julio de 1924, pero sus restos mortales fueron a reposar en Tala, donde dormía su hijo primogénito.

Alonso y Trelles, — piensa uno de sus críticos — desarrolló su vida literaria como dramaturgo aldeano, versificador castizo, hombre de prensa y poeta criollo, pero solamente bajo este último aspecto — aspecto superior reconocido sin distingos — es que lo han de contemplar las generaciones vinientes.

Conocido únicamente por sus co-

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