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se coronada su carrera ingresando al supremo organismo judicial, y dej6 el cargo el 25 de noviembre del citado año.

Acogióse entonces al retiro con casi 38 años cumplidos de meritorios servicios rendidos al país y vino a fallecer en la capital, en medio de todos los respetos que merecía su austera vida, el 3 de diciembre de 1911.


ALVAREZ, RAMON Manuel

Progresista y emprendedor ciudadano a quien se debe el proyecto y planteamiento de varias importantes poblaciones en el sur de la República.

Había nacido en Montevideo, el 31 de agosto de 1833, hijo de José Alvarez y de Felipa Medina, españoles.

Vinculado a los departamentos más próximos a la capital por la índole de sus ocupaciones habituales, concibió la idea de implantar en sitios que ofrecieran adecuadas condiciones, los métodos de sub-división de tierras y creación de barrios que — por los años de la década 1870 — habían cobrado crédito y desarrollo extraordinario, merced a la acción de compañias particulares expresamente organizadas.

Eran éstas los llamados popularmente “Fomentos” que propiciaban la venta a largos plazos de pequeñas fracciones, que los adquirentes entraban a poseer de inmediato a condición de mejorar y poblar sus parcelas.

En ese orden de ideas Alvarez puso en planta el pueblo de La Paz, en la margen derecha del arroyo Las Piedras, en Canelones, lindando con el departamento de la Capital; el denominado 25 de Agosto, en Florida, próximo al río Santa Lucía, y el de 25 de Mayo, conocido luego por Isla Mala, también en Florida. Ubicaciones elegidas con tino, algunas como La Paz e Isla Mala en sitios abundantes en canteras de buena piedra y ligadas todas ellas a la capital por los rieles del ferrocarril, los adelantos y la prosperidad correspondieron a la iniciativa de su fundador.

Los propios terrenos — además — proveían a Alvarez de dinero para mejorar y embellecer las localidades: los bancos de la plaza de La Paz — por ejemplo — fueron pagados con solares. Las parcelas obtenían, por otra parte, precios increíbles y en la precitada localidad, midiendo 10 por 45 varas, se cotizaban en 1872 a 100 pesos.

El negocio de tierras sufrió con el tiempo una grave merma y el descrédito de los “Fomentos” caídos en falencia, repercutió sobre todos. En 1882, Alvarez, arruinado, se había ido a vivir en Isla Mala.

Francisco Piria — el gran especulador en solares — rindiendo homenaje a Ramón Alvarez, dijo alguna vez, que era un “incansable obrero del progreso” y uno de esos hombres que como los dioses, nunca de-

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