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AMARILLO, JAVIER

Jefe de milicias descendiente de aborígenes, de donde el general apodo de Indio Amarillo con que se le conocía, aunque tal vez la grafía pudiera ser Amarilla.

Famoso en la zona noroeste de la República, su pago habitual era la campaña del antiguo departamento de Salto. Analfabeto y sin capacidad para discernir claramente, peleo en uno u otro bando, según le vinieran las cosas y según lo que creía sus conveniencias.

Dueño de un temperamento guerrero a toda prueba, “pelear era su descanso” conforme al dicho clásico, al principio de la Guerra Grande mantúvose en armas contra los oribistas. Titulábase capitán y amparado en los montes donde era baquiano, tuvo en alerta a las autoridades de Salto y Paysandú, pero luego peleó al lado de Lamas contra los riograndenses depredadores de la frontera. En el alzamiento de los caudillos oribistas en 1853, para reponer en el gobierno al presidente Giró, se le encuentra de nuevo en armas.

El 21 de setiembre se presentó frente a la Villa del Salto con un abigarrado escuadrón de setenta hombres donde predominaba el tipo mestizo o indio, pero hallando al pueblo en aptitud de defenderse, desistió del ataque e hizo rumbo a Daymán.

El 24 tuvo un choque con las fuerzas del comandante Sandes y su gente se le dispersó, pero a los pocos días ya estaba de nuevo al frente de una buena hueste.

En el parte en que se noticia la muerte del comandante Timoteo Domínguez, sorprendido en Soriano en noviembre de 1853, se mencionan como jefes de las fuerzas que lo derrotaron, a Francisco Laguna y a Amarillo.

Con la movilidad que le distinguía al capitán indio, en diciembre se le sitúa de nuevo en Paysandú, aunque con gente tan mermada que entro en tratativas con el comandante José Mundell, jefe de vanguardia de Sandes, para someterse. Mundell lo indultó pero lo retuvo a su lado con 7 de sus hombres.

Parece, no obstante, que el sometimiento fué una treta y que Amarillo solo esperaba la ocasión de fugar y en preparativos del golpe envió uno de los suyos a tomar noticia de las fuerzas y caballos del capitán Soria, desprendido de la gente de Mundell. Sospechando éste de las intenciones del peligroso indio, optó por remitirlo a su jefe en la ciudad de Paysandú.

Sandes, que pecó siempre de expeditivo y duro, lo mandó fusilar el 19 de diciembre de 1853. La ejecución del capitán Amarillo sin previo juzgamiento legal, configura una demasía cruel e injustificable, sin que valga alegar que se trataba de prácticas corrientes en aquellas agitadas épocas.

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