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en las campañas del presidente en las provincias argentinas, colmadas de horrores y de sangre. Cuando Oribe volvió al país, después de su triunfo de Arroyo Grande, como jefe del ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina a poner sitio a Montevideo en febrero de 1843, el comandante Gómez formaba en su filas.

Ocho años permaneció Gómez en el campo del Cerrito aunque sin personalidad que lo distinga entre los demás jefes y ajustada la paz del 51 reingresó al ejército en la Plana Mayor Pasiva en el mes de diciembre, desempeñando algunos cometidos de orden administrativo o militar — entre ellos el de Contador interino de la Junta de Crédito Público — hasta el año 1855, en que durante el provisoriato presidencial de Manuel Basilio Bustamante, alcanzó a coronel graduado el 10 de noviembre.

El 13 de diciembre del propio año 53 reemplazaba al general Manuel Freire en la jefatura del Estado Mayor del Ejército, con carácter de interino, hasta el 4 de enero siguiente.

El presidente Gabriel A. Pereira le confirió la efectividad de coronel el 11 de abril del 1836 y el 12 de agosto lo hizo jefe del Estado Mayor General del Ejército.

Por licencia concedida al titular en la secretaría de Guerra y Marina, general Carlos de San Vicente, Gómez fué encargado del despacho de la cartera con retención de su cargo el 30 de diciembre del 57, en momentos en que la revolución colorada del general César Díaz agitaba el país. Atacada la capital por las fuerzas revolucionarias, estas fueron rechazadas por las tropas de la guarnición al mando del coronel Gómez, el 9 de enero del 58.

Dos meses y unos días permaneció en el Ministerio y en ese tiempo quiso la suerte que le tocase poner su firma en una serie de decretos que dicen directa o indirectamente con hechos anteriores y posteriores a los terribles sucesos de Quinteros.

Es dado pensar que el coronel Gómez, por los mismos términos de su designación de 30 de diciembre donde se le encarga del despacho, no tuvo nada que ver en los indignos tejes y manejes de la capitulación violada y que su rol en todo momento fué sencillamente un rol de naturaleza oficinesca y de cajón, como contribuiría a probarlo su carencia de personalidad en política, la ausencia de su nombre como figura actuante en todas las crónicas y comentarios contemporáneos, y hasta si se quiere, esa especie de feliz irresponsabilidad posterior que lo ha nucleado del grupo sangriento de los co-autores e instigadores de aquellos crímenes, perfectamente individualizados ante la historia.

Volvió al Estado Mayor del Ejército el 9 de marzo, donde debía permanecer hasta que el presidente Berro suspendió dicha oficina en abril del año 60.

Coronel mayor (general ahora) desde el 23 de agosto de 1859, por

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