Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/580

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car el significado de la resistencia y entonar los ánimos, confirió a los defensores, el 24 de enero, una medalla que se llevaría al costado izquierdo del pecho, con la inscripción “Defensa de Paysandú”, usándola de oro los jefes, de plata los oficiales y de bronce la tropa.

Recomendable como hombre de guerra, ejerció Leandro Gómez en el curso de los sucesos de la campaña en el litoral, una acción perturbadora que derivaba de su carácter absolutista y de su prepotencia sin límites. Reacio a la jerarquía, como suelen ser los jefes formados en la Guardia Nacional, obligó al coronel Juan E. Lenguas a abandonar la Comandancia del Litoral que desempeñaba, creó al coronel Palomeque la situación extrema que lo llevaría hasta capitular en el Salto y, encerrado ya en Paysandú, su correspondencia lo exhibe protestador y descontentadizo, mientras de día en día iba posesionándose del papel heroico y decisivo que él mismo se había designado.

En octubre de 1861 las hostilidades se reanudaron en Paysandú, pero esta vez en condiciones más serias, pues a las fuerzas revolucionarias de Flores cuerpo expedicionario brasileño, aliado de aquel, y la marina imperial, que operaba en el río Uruguay sin hallar obstáculos. Los choques se hicieron frecuentes y paulatinamente se formalizó el cerco de la ciudad, hasta adquirir las proporciones de un asedio en regla.

Mientras tanto, el estado de salud del jefe de la plaza había desmerecido evidentemente con las preocupaciones afanosas de la guerra. Juan L. Cuestas, testigo ocular, recordaba a Gómez en los días del sitio como un hombre sumamente violento a quien una dolencia del pecho le impedía dormir tranquilo, teniéndolo en gran excitación nerviosa, “Dormía sentado en un banco de la plaza — dice textualmente — envuelto en un amplio poncho de vicuña”. “Su tos de enfermo se oía en todos los cuarteles y resonaba en el terreno sonoro de la plaza”.

Paysandú se había convertido en el blanco de todas las miradas, pareciendo que allí iba a decidirse la suerte de la guerra, yendo en ello el futuro de la República.

El gobierno, “en el deber de robustecer la defensa de la Independencia atacada hoy nuevamente por sus aleves y pertinaces enemigos”, declaró beneméritos de la patria a los defensores de Paysandú, acordando el grado de coronel mayor a Leandro Gómez, por decreto de 11 de diciembre.

Dos días más tarde instituyó un cordón de distinción, con cabetes de oro y plata.

El ataque de los sitiadores se iba haciendo irresistible y los principales jefes de la plaza, Píriz, Raña, Azambuya, Rivero, etc., caían a su turno, abatidos por las balas enemigas.

En estas condiciones resistía aquel hombre de fierro los embates de un

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