Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/583

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político me excluyó de la Defensa de Montevideo; error de juventud, si Vd. quiere, que volvería a cometer de viejo“.

Una concepción unilateral y por lo tanto falsa de los hechos históricos, lo había llevado a creer que la obra militar de los grandes caudillos no podía conciliarse con la de los organizadores civiles y de este modo, Artigas, Rivera, Flores o cualquier otro fueron objeto de su antipatía irremediable.

Los bajos motivos a que atribuye su alejamiento una torpe carta particular exhumada últimamente, los rebatió Gómez por escrito, en su hora, y sólo por móviles sectarios que deben quedar al margen de la historia, pudo utilizarse un papel semejante.

Al dejar el país enderezó sus pasos al Brasil recorriendo varias ciudades, hasta que su propaganda liberal le comportó un decreto de extrañamiento del Imperio y en 1845 tuvo que embarcarse en Río Grande con rumbo a Chile.

Siete años permaneció en aquella República, durante los cuales tuvo la honra de suceder a Sarmiento como redactor de “El Mercurio” en Valparaíso y dirigió “El Orden” en Santiago, para actuar como un gran periodista, “no sirviendo ni a gobiernos ni a partidos sino a la libertad, allí como en todas partes”.

En 1852 retomó por los Andes la vía del regreso. Dejaba en Chile — dice Montaner Bello —, en pago de la hospitalidad, todo el rico bagaje de sus ideas sobre gobierno constitucional, sobre desarrollo de la riqueza pública y sobre cultura política”.

En Chile se le había nombrado miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades, y el comercio de Valparaíso, despidiéndolo, le tributó un reconocido homenaje.

El 21 de mayo estaba en Montevideo.

Había regularizado el título de abogado en Buenos Aires, donde quedó inscripto en la matrícula con el número 74 y luego lo hizo revalidar en Montevideo.

En el mes de noviembre, el departamento de Salto lo eligió diputado y con tal motivo hizo un viaje a la progresista villa del litoral para conocer a sus votantes y agradecerles sus sufragios.

Se hizo dueño en seguida — según testimonio contemporáneo — de las simpatías salteñas. Caballeresco, afable, en su plenitud varonil, recordaba físicamente al hombre pálido y de gran pose que narró los amores de René.

Su actuación en la cámara de representantes fué corta pero se lució como orador y como dialéctico, al mismo tiempo que era director de “El Orden”, periódico de combate que había fundado.

Los sucesos de julio, la renuncia del presidente Giró y la formación del gobierno del Triunvirato el 25 de setiembre vinieron a truncar su etapa legislativa, sacándolo de la cá-

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