Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/584

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mara para llevarlo a la cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores. Destacábase como uno de los más ponderados guías del nuevo orden de cosas, cuando de pronto la desaparición del general Lavalleja, arrebatado por la muerte el 22 de octubre, desorganizó el poder y la ausencia de Rivera que continuaba gravísimo en Cerro Largo, vino a enfrentar a Gómez con el coronel Venancio Flores, caudillo militar en camino de ser dueño del gobierno.

Ante esas perspectivas el ministro hizo abandono de su cargo el 9 de noviembre después de haberlo ocupado 55 días. Siguió viviendo en la capital despreocupado al parecer de la política, circunscripto a su profesión.

A su solicitud y en carácter honorario, el presidente Flores con fecha 6 de diciembre de 1854, lo nombró para que regenteara al año siguiente la cátedra de Derecho de Gentes en la Universidad, pero poco tiempo hubo de dictarla, pues emprendió viaje a Europa. Al regresar domicilióse en Buenos Aires y no se reintegró a la patria hasta 1857, durante la presidencia de Pereira.

El 15 de mayo apareció bajo su dirección “El Nacional”, hoja política colorada, opositora a la situación, a la cual llevó vigorosos ataques lo mismo que al caudillaje militar que conglomeraba en su torno.

Exigía un gobierno que fuese garantía de las instituciones y de las libertades sin querer un gobierno colorado o blanco.

La proximidad de las elecciones llevó al presidente Pereira a reprobables extremos, dispuesto a ganarlas a cualquier precio, y el 1° de noviembre Gómez marchaba para Buenos Aires embarcado a viva fuerza por la policía del coronel Luis de Herrera, antes de seis meses de aparecido “El Nacional”.

En la expatriación, reabierto su estudio de abogado, intervino en la política argentina en lides periodísticas y se le atribuyó haber sido el alma del movimiento revolucionario traído al país por el general Cesar Díaz, tan trágicamente concluido con las ejecuciones de Quinteros en enero de 1858.

Gómez negó en absoluto que ésto fuera cierto, confesando no obstante la simpatía con que había visto la desdichada empresa.

Con simpatía igualmente, no obstante las reservas que le merecía su jefe, vió la revolución encabezada en 1863 por el general Venancio Flores, hasta el día en que éste aceptó la ayuda militar del Imperio, que su conciencia y sus sentimientos anti- brasileños rechazaban.

Los gobernantes que vinieron después de la dictadura de Flores, Batlle, Gomensoro y Ellauri, ofrecieron al Dr. Gómez, reiteradas veces, la oportunidad de regresar a la patria para servirla desde importantes puestos públicos, como en la ocasión en que pudo ser designado, en 1872, Ministro plenipotenciario en Italia, pero Gómez declinó el ofrecimiento que probablemente creía su-

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