Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/623

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ves como una pretendida participación en el oscuro asunto de la máquina infernal enviada para matar á Rosas, la lealtad y la honradez de Hernández y su laboriosidad modelo, le permitieron vivir y morir bien visto y bien relacionado en todos los círculos políticos del país.

Poseedor de una modesta fortuna en los últimos años, no consintió nunca en traspasar la órbita social en que habíase criado y tuvo a máxima honra su primitivo oficio de tipógrafo, presentándose en cualquier ocasión como cajista antes que librero editor o director de diario.

A ese título fué de los fundadores de la Sociedad de Tipógratos Orientales, cuya presidencia ejerció por repetidas veces.

Sus actividades no siempre se limitaron a nuestro país, pues en 1849, habiendo vendido dos equipos completos de imprenta al gobernador de Entre Ríos, general Justo José de Urquiza, marchó con ellos a la provincia y en Concepción del Uruguay sacó a luz ese mismo año “El Porvenir de Entre Ríos.”

De la multitud de impresos salidos de les talleres de Hernández, se podrían citar entre los papeles periódicos “La Revista Española” (1841), “El Iris”, semanario de literatura (1848 - 49), “El Nacional”, y la “Prensa Oriental”.

Redactaba en jefe la “Prensa Oriental” cuando falleció el 20 de marzo de 1861, víctima de una larga afección hepática, siendo por esa época el decano de los impresores montevideanos.

Entre los libros deben mencionarse “Apuntes históricos” de F. A. Wright (1845), “El Conde de Montecristo”, edición de Montevideo, 10 tomos (1847), etc.

No existe más retrato de Hernández que uno litografiado de tres cuartos, sentado, hecho en las oficinas de Hequet e impreso después de su muerte, pues parece que el viejo. librero escapó siempre a la lente fotográfica, inocente manía, pero más común en su época que lo que puede suponerse.


HERRERA, CARLOS María

Pintor, nacido en Montevideo 13 de diciembre de 1875, hijo del Dr. Lucas Herrera y Obes y de Ana Alvarez.

Su talento, su laboriosidad y su equilibrio raros en un artista, lo tenían señalado como un pintor destinado a obtener grandes triunfos.

Procedía del o tronco de los Herrera, donde el doctorado y la política eran tradición, pero él se hizo pintor por secreta impulsión íntima, pues ni fué un precoz ni configuró una sorprendente promesa.

Después de recibir en Montevideo las primeras lecciones que completó en Buenos Aires, marchó pensionado oficial a Europa en 1897 y en Italia tuvo por maestros a los españoles Sánchez Barbudo y Barbasán.

Becado una segunda vez por concurso, en 1902, recibió lecciones de Sorolla.

Retratista notable, de paleta so-

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