Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/631

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sentido, tal vez, fué un descreído”.

Bajo la doble inspiración de Herrera y de su colega Manuel José García, Alvear se dirigió al embajador inglés en Río de Janeiro, con una nota en la cual, después de manifestar que la experiencia de cinco años había hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y de opinión, que el país no estaba en edad ni en estado de gobernarse a sí mismo, terminaba expresándole “que necesitaba de una mano exterior que lo dirigiese y contuviese en la esfera del orden”. Fundado en estas consideraciones y en el odio que todos manifestaban por la dominación española, proponía convertir las Provincias Unidas en colonia autónoma de Inglaterra, “si ésta se dignaba recibirlas como tales”.

Este plan concluyó de concitar contra el joven e infatuado Director, a todos los elementos buenos y malos de la revolución, y según palabras de Fregeiro, “las ciudades, las campañas y hasta los mismos generales de los ejércitos encargados de hacer respetar su autoridad, se rebelaron contra él”,

“En vano — expresa el mismo ilustre historiador compatriota — para combatir a sus enemigos políticos, recomendaba expresamente a los curas de campaña, por intermedio de sus. ministros, que predicaran en los púlpitos y en todos los parajes que juzgasen convenientes contra aquellos”, — y extremó todas las medidas de rigor, sin excluir la pena capital impuesta en Buenos Aires al oficial Ubeda.

El ejército, sublevado en Fontezuelas el 2 de abril del año 15, obligó a Alvear a resignar el mando y su caída, como consecuencia natural, importó la persecución del ministro Herrera, el cual fué preso y su vida puesta a precio de un rescate de veinte mil pesos, reducido luego a los dos mil que reunió su esposa, Consolación Obes, después de vender sus joyas y sus muebles y de haber salido a pedir dinero por las calles. Contra este monto se le permitió embarcarse para Río de Janeiro, donde arribó a mediados del año.

Desde la Corte, más agriado que nunca si era posible, procuró mediante cartas catequizar a los jefes del ejército atrayéndolos a sus planes monárquicos, a la véz que, a servicio de los intereses lusitanos, se movió — aquí también colaborando con Manuel García — en el sentido de que un ejército portugués ocupase la Provincia Oriental, conforme se llevó a efecto.

Entonces, a servicio de un gobierno extranjero, salió de Río de Janeiro junto con el ejército de ocupación, en calidad de asesor y hombre de consejo del general Carlos Federico Lecor, jefe de la expedición y a su lado hizo la entrada en Montevideo el 20 de enero de 1817. Pronto tuvo nombramiento de Asesor General y Auditor de Guerra y luego el de Oidor del Tribunal de Justicia en 1818.

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