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Cuando los extranjeros ocupantes del país se dividieron entre imperiales o brasileños y realistas o portugueses, Herrera estuvo por la causa del Brasil, y con la misma serenidad con que había servido a Juan VI rey, pasó a servir a Pedro I emperador, recibiendo por su adhesión el título de Conde de Rosario.

Diputado a las cámaras del Imperio por la Provincia Cisplatina, estaba en la Corte en 1823 cuando el movimiento patriota iniciado por Lavalleja en la Agraciada, se iba extendiendo por la Banda.

En Río Janeiro se hizo gestor de un extraño proyecto, por el cual la Cisplatina venia a convertirse en un Gran Ducado autónomo y regido por una constitución liberal, bajo la soberanía del Emperador del Brasil. Y como agente de ese quimérico engendro regresó a Montevideo en 1828, donde Tomás García de Zúñiga vino a ser un entusiasta partidario de la idea. Pero la Convención de Paz ajustada en agosto, malogró definitivamente el plan.

Una carrera política tan accidentada y tan sin norte como la suya, debía, en buena lógica, considerarse concluída entonces. Sin embargo, para aquel hombre acomodaticio y de pocos escrúpulos, pera de gran talento y con una preparación excepcional, atento antes que nada a sus conveniencias personales, las cosas rodaron de otro modo.

Aceptó el nuevo orden que creaba la República, marchando luego a Río Janeiro en 1829, comisionado para dar cumplimiento al artículo séptimo de la Convención de Paz, que decía sobre la aprobación de nuestra carta constitucional y para tratar, además, porción de cuestiones relativamente secundarias, pera muy complejas en su mayoría, que planteó y defendió siempre con talento indiscutido, aunque con resultado vario.

Su permanencia en Río Janeiro, que tenía calculada en unos meses tan sólo, se prolongó hasta que por decreto de agosto de 1830 ordenósele regresar a Montevideo.

La Nación estaba entonces constituída definitivamente y en las Cámaras elegidas le había correspondido una suplencia de senador que, por renuncia del titular, le permitió ingresar al alto cuerpo en enero de 1831.

Objeto de enconadas críticas por parte de la prensa contraria al grupo político adicto al general Rivera, en que se catalogaba al Dr. Herrera, la vida no le dió mucha tregua, y vino a fallecer en la Villa de San Juan Bautista de Santa Lucía, el 28 de febrero de 1833.


HERRERA Y OBES, JULIO Julián Basilio

Presidente constitucional de la República. Ministro de Estado y brillante periodista político.

Hijo del Dr. Manuel Herrera y Obes y de Bernabela Martínez, vió luz en Montevideo el 9 de enero de

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