Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/653

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ladores que, a raíz de varios ruidosos choques con el primer magistrado, abandonaron sus cargos dando un manifiesto explicativo y ausentándose para Buenos Aires, luego de haberse amparado en las legaciones extranjeras. La cámara, por su parte, respondió a la actitud de la minoría declarándolos cesantes.

Extinguido el sistema santista a raíz de la evolución política de noviembre del mismo año 86, Idiarte Borda salió diputado por Montevideo en la 18ª legislatura cuyas sesiones principiaban en 1888, y en 1890 dejó su banca para ingresar a la cámara de senadores, elegido en el departamento de Maldonado.

En el Senado vino a encontrarlo la lucha eleccionaria del 1° de marzo de 1894 por la sucesión del Dr. Julio Herrera y Obes.

Su actuación parlamentaria fué labor de comisiones y de informes, oscura aunque no escasa, pero su continuada intervención en las comisiones directivas del Partido Colorado, encargadas de reflejar e interpretar la política del Poder Ejecutivo, le habían dado una situación que, aprovechada hábilmente, le permitió solicitar un turno de votación por su candidatura a los amigos políticos a quienes venía acompañando en las votaciones frustraneas repetidas durante veinte días.

Reservábase el senador por Maldonado cierto número de sufragios comprometidos a título personal entre las fracciones opositoras, de modo que con general asombro, después de 40 votaciones sucesivas, resultó elegido Presidente de la República el 21 de marzo de 1894,

Resintióse desde el primer momento el gobierno de Idiarte Borda de la poca flexibilidad de carácter del gobernante, que por otra parte no llegaba a percibir que el estado político del país había hecho grandes progresos y que ya era tiempo de ensayar la verdad de la vida democrática, con buena fe y con la de mejores leyes en materia electoral. Todas las libertades y garantías eran una realidad — y no cabría negarlo — pero el sufragio libre y amparado, era todavía un desiderátum.

El Partido Nacionalista, desencadenando una campaña de opinión cerrada y las fracciones coloradas oposicionistas en igual tren, caldearon el ambiente y el horizonte político se fué ensombreciendo sin que Idiarte Borda diese pié a soluciones intermedias que no eran imposibles.

Por otro lado hacíanse al gobierno, desde el punto de vista administrativo, toda clase de imputaciones de carácter atroz, que si podían tener como tenían un fondo de verdad, parte de un plan de ataques sistematizados. No era concebible en elemental lógica, que una serie de hombres de honestidad probada, que colaboraban en la administración en puestos de responsabilidad sustantiva, pudieran hacerse cómplices o participar en lo que se llamaba una orgía, por una crítica totalitaria y sin atenuaciones. La sola confesión de un periodista opositor tan exaltado como Eduardo Acevedo Díaz, al de-

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