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Sin vinculaciones políticas como las que en esas épocas solían ligar a los individuos del clero — Ereño, Brid, Martín Pérez y el propio Magesté — teníase a Irasusta como simpatizante blanco, hasta el día de 1864 en que, con asombro general, se supo la noticia de que abandonando la Capital, desempeñaba funciones de capellán en el ejército revolucionario que acaudillaba en campaña el general Venancio Flores, paso que los diarios adictos al gobierno vituperaron con acritud.

A principios de 1865, el 21 de febrero, el jefe de la revolución triunfante estaba transformado en Gobernador Provisorio de la República con poderes dictatoriales, gracias a lo cual la posición de Irasusta cambió totalmente. Flores lo hizo Capellián del Ejército y en ese carácter acompañó a nuestros soldados en la campaña del Paraguay, alcanzando a prestar servicios hasta en el periodo en que los aliados operaban en territorio enemigo.

Al regreso de la guerra rindió exámen para optar al grado de doctor en derecho canónigo y luego fué a ocupar el curato de Colonia, donde lo eligieron miembro y presidente de la Comisión Extraordinaria Administrativa.

Electo para representar al departamento de Colonia en las legislaturas 13ª y 14ª, o sea en 1879 y 1882, cumplió ambos períodos y al amparo de una disposición particular del Obispo Vera, retuvo su curato coloniense, encargándose sus tenientes de sustituirlo.

Senador por el departamento de Artigas, con retención del cargo que poseía de Capellán del Ejército, el presidente Santos lo eligió para acompañar hasta Buenos Aires los despojos mortales del Dr. Nicolás Avellaneda, ex-presidente de la República Argentina, que había muerto casi al llegar a Montevideo a bordo del transatlántico “Congo”, de vuelta de Europa, en noviembre de 1885.

El 23 de abril de 1890, Mons. Irasusta recibió del gobierno del doctor Herrera y Obes el título de Agente confidencial de la República ante la Santa Sede y en ese carácter fué portador a Roma de la terna de candidatos para el obispado en sede vacante por fallecimiento de Monseñor Inocencio María Yéregui. Desempeñada su comisión no regresó a la República, radicándose en su provincia natal, donde terminaron sus días.

Adornado de apreciables virtudes sacerdotales, fué hombre que en su prolongada actuación en la política activa cuidó siempre de situarse entre los grupos gubernistas mayoritarios, por lo cual, a veces, tuvo que actuar a servicio de administraciones que no se recomendaban precisamente como buenas.


ISABELLE, ARSENIO

Publicista, comerciante y viajero francés, con cuarenta años de vida en el país.

Era nacido en El Havre, en el seno de una respetable familia, en los últimos años del siglo pasado.

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