partamento de Tacuarembó, dedicado a actividades comerciales, donde prestamente se hizo de una buena posición, y allí lo sorprendió la revolución nacionalista de 1904, en la presidencia de Batlle y Ordóñez.
Isasmendi, que había obtenido la efectividad de sargento mayor el 12 de noviembre de 1903, se puso a las órdenes del gobierno constituído, haciendo toda la campaña contra las huestes encabezadas por Aparicio Saravia, teniendo a sus órdenes el 22 batallón de Guardias Nacionales de Canelones y mereciendo el 12 de setiembre el ascenso a teniente coronel.
Vencida la revuelta, asegurada la paz y en plena normalidad constitucional, reanudó la vida de trabajo abandonada tantos meses.
En 1906, a raíz del asesinato en Melo del teniente coronel Atanasildo Suárez, se le ofreció la jefatura vacante del regimiento N° 6, oferta que significaba retomar la carrera en circunstancias de distinción excepcional y la cercana llegada al coronelato. Isasmendi no demostró interés por volver a los cuadros. Alegó, sobre todo, a lo que parece, su amor por el arma de artillería donde se había formado y que le costaba abandonar, pero es probable que mediarán otras razones de más peso. De este modo, el ascenso de 1904 debía ser el último.
Retirado a su vez de la vida de negocios, fijó residencia en Montevideo, donde sus días debían terminar el 26 de marzo de 1920.
ISOLA, MARIO
Hombre de ciencia, químico y profesor. Nacido en Génova el 19 de octubre de 1827, vino a nuestro país a los 17 años en el barco de un hermano capitán mercante, entrando de dependiente en la botica de Las Cazes.
Idóneo, cursó estudios y obtuvo título de farmacéutico, señalándose por su espíritu inquieto y sus afanes de investigador, que le permitieron, siendo alumno todavía, entre los curiosos preparadores del eter y del cloroformo, cuando por primera vez se introdujo en el Hospital de Caridad durante el Sitio en 1847.
Colaboró con su hermano Demetrio en la fabricación del primitivo gas de alumbrado obtenido a expensas de grasas animales y ambos se retiraron de la empresa al adoptarse el método de carbón, el año 1858.
Fué profesor de Física y Química en la Universidad, y de química en la Escuela de Artes y Oficios.
En medio de sus trabajos de ensayos y preparaciones comerciales diversas, buscó afanosamente — sin conseguir hallarlo — el método práctico para la conservación de nuestras carnes, capaz de resolver un gran problema nacional.
En 1865, el gobernador Flores le dió el cargo de verificador de drogas y sustancias alimenticias y fué, por largos años, elemento distinguido en las conferencias sanitarias del país.
