Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/688

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preparativos de la Reacción Nacional y firmó el manifiesto del 24 de abril, donde se declaraba que era imposible soportar más tiempo el despotismo brutal y degradante ejercido en la patria por una tracción ajena a todo sentimiento de dignidad y de patriotismo. De pronto, sin embargo, corrió la noticia de que Lamas se embarcaría para Montevideo a formar parte del gobierno de Varela. Nada parecía más inverosímil que este rumor, que sin embargo era cierto, pues el 31 de julio se le nombraba Ministro de Hacienda y Relaciones Exteriores del gobierno usurpador. Intentó Lamas explicar aquella vuelta cara en su eterno deseo de evitar la guerra civil, y en que pensaba salvar las finanzas del país, pero ni una cosa era admisible ni la otra verosímil, y el 25 de febrero de 1878, después de 7 meses de ministerio, tuvo que presentar renuncia para regresar a Buenos Aires casi en fuga, anonadado por su tremendo fracaso. Desde entonces, el historiador, el sabio polígrafo y el empeñado coleccionista sustituyeron totalmente al político, y se refugió en su biblioteca, en sus colecciones numismáticas y en sus papeles de archivo. Redactor y colaborador en distintas revistas, principalmente de finanzas, publicó en 1871 su hermoso estudio sobre Bernardino Rivadavia y sucesivamente otros de alto mérito, sobre los trofeos de la Reconquista, el escudo de armas de la ciudad de Montevideo y la historia del Banco de la Provincia de Buenos Aires, La vida no le dió tiempo para escribir el importante trabajo que pensaba sobre el génesis de la revolución y la independencia de América, como tampoco llegó a escribir la historia de la República que se le había encomendado en los lejanos días de la Defensa de Montevideo, por decreto de 11 de julio de 1849, en el cual disponíase que el Archivo General y todos los jefes de oficinas facilitaran a Lamas los documentos que pidiese, De esta autorización formal y del extraordinario caudal de su archivo de papeles, nació probablemente el cargo de bibliopirata hecho a Lamas por quienes ignoraban o ignoran lo que pudo haber reunido un hombre de su prestancia política, de su erudición y de su afán de colector, siempre despierto, empleado entre gentes de cultura superficial, despreocupadas, cuando no ignorantes y ajenas totalmente a esta clase de aficiones superiores. Por lo demás, lo que de uno u otro modo, la curiosidad de Lamas salvó de la destrucción sin remedio, justificarían siempre la actitud suya ante el criminal descuidado ambiente.

Lo que juntó y salvó, no eran, si bien se mira, cosas fungibles o que pudieran desaparecer consigo sino que estaban destinadas a acrecentar un invalorable tesoro para la historia del país.

Mal de salud y sin bienes de fortuna, envejecía tristemente el sagaz diplomático en la capital argentina,

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