Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/70

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ristas de 1863 a 1865, su movilidad bien diferenciada de la pesadez que perdió a los generales del gobierno incapaces de obligar al caudillo rebelde a aceptar batalla, dió justo renombre al coronel Timoteo Aparicio.

Incansable en las marchas, tampoco esquivó el peligro ni sustrajo su persona a los azares de la lucha y se le vió en Pedernal cortarse de los suyos para pelear a lanzaso limpio en combate singular con el coronel Goyo Suárez, jefe de las fuerzas enemigas y en la Horqueta de Don Esteban se enfrentó con el bravo comandante florista Modesto Castro, cuando éste procuraba aunque inútilmente hacer volver al combate a sus huestes dobladas. Perdió Castro la vida en el entrevero, decidiendo el lance un tiro de tercerola que lo volteó, precisamente cuando Aparicio tenía medio empantanado su caballo.

En los últimos meses del gobierno blanco, Aparicio, junto con el coronel Basilio Muñoz, llevó una pequeña invasión al territorio brasileño llegando a combatir en las mismas calles de la ciudad de Yaguarón. Al efecto habían cruzado la frontera por el departamento de Cerro Largo, pero la capitulación del gobierno de Montevideo en febrero de 1865, puso fin a la empresa cuyos resultados por otra parte siempre se presentaron dudosos.

Desalojado del poder el partido blanco el coronel Aparicio emigró a Entre Ríos. Allí lo fueron a buscar algunos hombres políticos correligionarios para traerlo al país en son de guerra, levantando bandera contra el gobierno del general Lorenzo Batlle.

No era Aparicio el caudillo natural de una revolución de esta índole, existiendo como existían otros jefes no sólo de mayores antecedentes, sino hombres de una jerarquía militar y política mucho más alta que la de este coronel analfabeto.

Al respecto, hacía tiempo que estaba juzgado por compañeros de causa y conmilitones de la autoridad y la honradez del general Diego Lamas, cuando en una carta al presidente Berro en 1864, en plena guerra civil dice del que más tarde sería jefe de la revolución del 70 : “Como jefe no tiene otra cualidad que la material del baqueano y lanceador, incapaz de imprimir dirección a la vanguardia del general Medina”.

Pero los políticos estaban empeñados en ganarse de mano los unos a los otros para luego agrandarse cada cual a la sombra del jefe que encabezara la revolución, y el que diera primero daba dos veces.

Aparicio, lisonjeado y acicateado por sus amigos se lanzó a sorprender la plaza del Salto, pero tuvo que repasar el Uruguay en derrota, en los primeros días de febrero de 1868, y mantenerse a la espera de ocasión más propicia.

El 5 de marzo de 1870 volvió a invadir a la altura del pueblo de Belén, junto con el comandante entrerriano Inocencio Benítez, que lo había acompañado en la intentona del 68.

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