Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/702

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proyecto de puerto para la capital, plan de financiación imprecisa que no fué adelante, después de lo cual establecióse en la costa del Uruguay, Paysandú, boca del Arroyo Negro, con saladero y estancia. Bien montados y bien atendidos, las ganancias le permitieron ampliar el giro de sus negocios implantando un sistema de chatas — desconocidas hasta la fecha — para transporte de ganado por los ríos.

Estas actividades comerciales dieron ocasión a que La - Morvonais, enfrentado en competencia con el general Justo José de Urquiza, que pretendía ejercer el monopolio de ciertos ramos de explotación en la provincia de Entre Ríos, se enemistara con el todopoderoso gobernador, para convertirse luego en banquero y consejero del general Ricardo López Jordán, jefe de los opositores del Capitán General.

Vinculado a los hombres del Partido Blanco, participó el turbulento bretón en una sonada empresa guerrera durante la lucha civil de 1870. Operación planeada por el antiguo marino, seguramente, y dirigida por él en persona, el fracaso de la tentativa — que no le es imputable — no importa rebaja a la audacia del proyecto. Consistía éste en efectuar un desembarco sorpresivo en la propia bahía de Montevideo, que el gobierno del general Lorenzo Batlle no estaba en condiciones de evitar. Dando principio a la acción, salió La - Morvonais del saladero de Arroyo Negro en el vaporcito “Anita”, de su propiedad, enarbolando bandera inglesa. Oculto en la boca del Yaguarí apropióse sin dificultad del vapor de pasajeros “Chaná” para seguir con él aguas abajo donde apresó el “Río Uruguay”, de la Compañía Salteña, e hizo otro tanto con el “Río de la Plata”, en el estuario. Dos vapores más a los cuales quiso capturar, escaparon después de ser tiroteados.

De esta manera, al amanecer del 6 de diciembre de 1870, el marino de Brest, que veintiocho años antes había legado a la rada de Montevideo como un traficante desconocido, entraba en la misma bahía sin tropiezo y sin sospecha, como jefe de una escuadrilla de tres vapores revolucionarios armados en guerra. La da al ruido de los cañonazos, vivió horas de angustia, hasta que pudo enterarse de que obtenido el primer objetivo marítimo, las fuerzas revolucionarias de los hermanos Salvañac, que debían colaborar protegiendo el desembarco, no aparecieron por ningún lado; como de igual manera, los elementos apalabrados para responder dentro de Montevideo mismo no se movieron.

Al verse solo y sin recursos en medio de la bahía, La-Morvonais puso fín a su aventura guerrera y dos días después, con intervención del jefe de la estación naval brasileña, los vapores abandonados fueron puestos en posesión del gobierno.

Devuelta la normalidad al país, el saladerista, cuyos negocios adquirían cada día mayor vuelo, continuó interviniendo en la política interna

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