Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/710

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Al darse los sucesos de setiembre de 1808, concurrió al Cabildo y su firma aparece en el acta del día 21.

No es de extrañar que en tal estado de ánimo, supiera lleno de regocijo el pronunciamiento de Mayo en Buenos Aires y aunque procuró reservar sus opiniones en virtud de su estado sacerdotal, las autoridades españolas, que no entendían de medias actitudes, lo expulsaron de Montevideo en 1811, junto con otros curas patriotas, a raíz de la victoria de Artigas en Las Piedras.

Recogido en la chacra de Berro, en el Manga, salió de allí para asistir como Delegado a la Asamblea Constituyente de 1813 en Buenos Aíres, siendo portador de las famosas Instrucciones. El Congreso desconoció sus poderes alegando vicio de forma, pero con el verdadero propósito de excluir de la Asamblea a ciudadanos que representaban tendencias muy peligrosas para los planes absorbentes de la mayoría centralista.

Después de su fracaso en el campo de la política Larrañaga continuó en Buenos Aires dedicado al estudio y con el cargo de bibliotecario público que el Directorio le dió para ganarlo a su causa o retenerlo, cuando menos, fuera de la Provincia Oriental. Recién regresó en el año 1815, trayendo para aclimatar en el país los primeros árboles de acacia blanca.

Párroco de la Iglesia Matriz, fué a Paysandú cuando surgió el conflicto entre Artigas y el Cabildo de Montevideo, en la delegación especial enviada por aquel cuerpo a entrevistarse con el Jefe de los Orientales. En el trayecto escribió un precioso diario de viaje durante el cual, además, procuró reunir elementos para sus ensayos sobre lengua chaná (Mayo - Junio de 1815).

Nombrado en mayo de 1816 director de la Biblioteca Nacional, que venia de crearse, pronunció la oración inaugural del nuevo instituto.

Cuestiones políticas sobrevinientes enfriaron las relaciones hasta entonces muy buenas de Larrañaga con Artigas, en un período caótico en que el sabio sacerdote no estuvo probablemente a la altura que exigían los imperativos del caudillo en el marco de su política. En consecuencia, Larrañaga se unió a la dominación portuguesa, hasta aceptar del humillado Cabildo de Montevideo el triste honor de trasladarse a Rio de Janeiro junto con Gerónimo Pío Bianqui, en misión de agradecimiento a Juan VI.

En 1821 fué diputado al Congreso Cisplatino convocado por Lecor “para decidir sobre la suerte de la Provincia” y en el cual se acordó la incorporación del definitiva de la Banda Oriental a la monarquía portuguesa.

Adherido al nuevo estado de cosas que garantía el orden, en una paz varsoviana, aplicóse Larrañaga con más firmeza que nunca a todo lo que tocaba al progreso y bienestar sociales, debiéndose a su celo el establecimiento de la Casa Cuna de niños abandonados en 1818 y la inaugura-

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