Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/712

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Andrés Lámas, en 1879, notó en los escritos de Larrañaga rasgos de independencia y atisbos de lo que la ciencia moderna iba en camino de descubrir, deduciendo de ello que el sabio pudo temer, dentro de sí, por un momento, que la razón interfiriese la ortodoxia de su e católica, y como creyente y sacerdote que era apresuróse a declarar como incontrovertible la autoridad de la Biblia y sus interpretaciones.

El Dr. Carlos María de Pena, estudiando su “Memoria Geológica sobre la formación del Río de la Plata deducida de sus piedras fósiles”, llegó a conclusiones semejantes a las de Lamas; pero dejando aparte este aspecto de la cuestión — interesantísimo por lo demás — el trabajo de aquel sacerdote autodidacta, aislado del mundo científico y librado a un instrumental precario, viene a resultar asombroso a los ojos de grandes autoridades en cuestiones de Historia Natural.

Si sus obras hubieran sido publicadas, comenta Lamas, su nombre ocuparía las alturas luminosas en que resplandece el de Félix de Azara. Era como éste, naturalista de vocación, y como él poderosamente observador, paciente, minucioso y perseverante. Le aventajaba en gusto y aún en preparación literaria; sabía sentir y sabía expresar las armonías y bellezas de la naturaleza. Faltóle en cambio todo lo que tuvo Azar: el consejo, el concurso y la colaboración científica; la luz de una publicidad que se irradiaba por todo el mundo civilizado. Sin la edición francesa de sus obras — termina — el nombre de Azara como naturalista hubiera quedado, como el de Larrañaga, por largo tiempo si no para siempre oscurecido. (Puede consultarse: Rafael Algorta Camuso. - “El Padre Dámaso Antonio Larrañaga”, Montevideo, 1922).


LARRAVIDE, MANUEL Francisco


Pintor marinista, nacido en Montevideo el 22 de octubre de 1871, hijo de Manuel Larravide y Pascuala Camusso.

Aparte de lo que el ingeniero Carlos Honoré le enseñó de perspectiva y de lo que pudo aprender en el corto tiempo que concurrió al estudio de Blanes, toda la formación artística de Manuel Larravide es obra propia, hija de sus facultades intrínsecas y de su vocación manifiesta.

La guía y la indicación de rumbos las encontró en las obras del pintor italiano Eduardo de Martino, cuya influencia se nota en muchas de las producciones de Larravide.

Dominador de una paleta limpia y transparente, llegó a ser un cielista consumado, conoció los múltiples aspectos cromáticos del estuario y supo dibujar con perfección toda clase de barcos.

No alcanzó, sin embargo, el amplio dominio del género de su especialidad, pues satisfecho con sus triunfos juveniles y brillantes, no tuvo el ansia de superación que arraiga en la saludable disconformidad de sí mismo y que alienta el propósito de

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