Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/717

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parentesco con Oribe y el hecho de haber estado junto a él en todo momento, lo hicieron vehículo obligado de muchas órdenes de naturaleza grave y mismo atroz.

A la hora del pronunciamiento del general Urquiza contra Rosas en mayo de 1851, Oribe, constreñido a dejar el sitio de Montevideo, le entregó al coronel Lasala el mando de las fuerzas que asediaban la capital (28 - julio - 1851): Con anterioridad y en prueba de excepcional distinción le había otorgado la medalla de plata “a los que lo acompañaron en la emigración”, especie de condecoración mantenida en secreto e intituída en forma privada.

Reincorporado al ejército nacional después de la paz de 8 de octubre, fué baja nuevamente cuando los sucesos políticos del 53, pero en mayo del 54 su carrera se regularizaba de nuevo,

En el gobierno de Pereira fué ascendido a coronel el 20 de agosto de 1856, y cuando sobrevino la revolución conservadora del general César Díaz, el coronel Lasala tal vez por sugestiones del general Brito del Pino, su correligionario y antiguo amigo que gozaba de la intimidad y la confianza de Pereira, fué nombrado jefe de Estado Mayor del Ejército que mandaba en jefe el general Anacleto Medina.

En este carácter se halló en el Paso de Quinteros, cuando los revalucionarios capitularon con el general en jefe de las fuerzas gubernistas.

Correspondió al coronel Lasala en estos sangrientos sucesos una actuación muy distinta de la que se le ha venido atribuyendo. Lejos de haber sido el mal espíritu primaz entre los consejeros de Medina, los documentos que sus hijos se abstuvieron de dar a la publicidad y se conocieron solamente después del fallecimiento del último de ellos, prueban, en cambio, que Lasala permitió que se enviara bajo cubierta suya la carta del general César Díaz en que anunciaba el sometimiento mediante una capitulación, cuya carta precisamente dió motivo al gran revuelo de la opinión pública en Montevideo y sirvió para evidenciar la mala fe de los hombres del gobierno desconociendo el compromiso contraído por el general Medina.

Pereira, enfurecido por lo que creía reprobables complacencias del jeto de Estado Mayor y sin requerir explicaciones a Lasala, le afeó su conducta en cartas agrias, donde llega hasta sospecharlo de maniobras tenebrosas. Firme en su despecho, el caduco presidente fué todavía más allá y cuando se otorgaron ascensos con motivo del vencimiento de la revolución, lo excluyó de toda promoción. Esta fobia de Pereira que no perdonó a Lasala su actuación caballeresca y clara, constituye otra prueba para la justificación de su conducta en aquellos deplorables acontecimientos.

Tuvo el coronel Lasala, por otro lado, la mala fortuna de morir al poco en tiempo del episodio de Quinteros, circunstancia que no desperdiciaron muchos de sus conmilitones para

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