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LAVALLEJA, ANA MONTERROSO de

Esposa del general Juan Antonio Lavalleja, señora de encendida decisión patriótica y de temperamento enérgico, que ejerció incuestionable influencia en la carrera política del valeroso guerrero, después de haber sido su compañera eficaz en el periodo de las gestas emancipadoras.

Nacida del matrimonio de Marcos Monterroso y Juana Paula Bermúdez, vecinos de Montevideo, era hermana del renombrado clérigo de la independencia José Monterroso, y había visto la primera luz en la capital el 3 de setiembre de 1791.

Contrajo enlace con Lavalleja en la Villa de la Florida el 21 de octubre de 1817, cuando aquél era comandante de la División que tenia por jefe al coronel Fructuoso Rivera, hallándose a la sazón el ejército patriota en operaciones y en días oscuros para la causa de la patria.

Prisionero Lavalleja de los portugueses, que lo sorprendieron en Valentín, departamento de Salto, en febrero del año siguiente, Lecor lo envió a Río de Janeiro, donde fueron a reunírsele luego la esposa y una hermana.

Estuvo la señora en la corte todo el tiempo que se prolongó la cautividad del jefe patriota, para regresar en su compañía en 1821, sin que la arredrara su estado de gravidez tan avanzado, que en pleno mar, frente a la Isla de Lobos, se desocupó de un varón el día 3 de junio, que luego bautizaron en Montevideo, llamándolo Egidio Juan Pedro.

Participe del destierro, lo fue asimismo de la emigración y cuando el general vino al frente de los cruzados del año 25, a levantar en armas la Cisplatina, pronto se halló en el nativo solar la animosa dama, para compartir las miserias y los peligros de la vida castrense y sin asiento.

Un ilustre militar, José María Paz, sirviendo en el Ejército Republicano y hallándose, en 1826, en la Villa de San Pedro del Durazno, tuvo ocasión de que lo recibiera doña Ana y con ese motivo anotó en su diario la sugestiva observación de “que le había parecido de buen trato aunque muy vehemente”.

En las luchas internas que subsiguieron a la constitución de la República, los vaivenes de la fortuna política de su marido pocos términos de verdadera calma compensatoria pudieron concederle pero en todo momento supo estar a tono con los acontecimientos y demostrar la entereza de su ánimo. El Fiscal de Gobierno, Dr. Lucas Obes, la acusó en la primera presidencia, como culpable de tentativa de sedición, con motivo de un abortado motín militar que se preparaba en la capital a base de la sublevación de un batallón de cazadores, en un plan donde participaba también el agente rosista coronel Correa Morales.

Emigrada en Buenos Aires, hizo