Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/728

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los extranjeros en la región minuana, los pagos de origen, cuyas abruptas sierras conocía como sus manos.

En el 1817, capitán comandante de escuadrón, se sostuvo vigorosamente junto a Rivera en el Paso de Cuello, contra muy superior número de soldados del general portugués Lecor.

El 3 de abril del año 18, una fuerza del teniente Oliverio Ortiz que marchaba a Paysandú, desprendida del ejército de Curado, sorprendió a Lavalleja en puntas del arroyo Valentín (ahora departamento de Salto) y lo hizo prisionero.

El general enemigo lo remitió a Montevideo, río Uruguay abajo, con segura custodia y con barra de grillos. Lecor, por su parte, sin dejarlo siquiera bajar a tierra, lo trasbordó en primera oportunidad al buque que lo llevaría a Río Janeiro, donde quedó confinado en un pontón. Una hermana suya y su esposa la señora Ana Monterroso, mujer varonil y patriota, siguieron al preso a la capital brasileña.

Ensayando en la Corte los trabajos de atracción del elemento vencido, que le tenía recomendado a su general Lecor ensayara en la provincia cautiva, el príncipe regente — futuro rey Juan VI — dulcificó la prisión de Lavalleja transfiriéndolo a la isia Das Cobras, y hasta parece que llegó a dispensarle algunas atenciones de índole personal.

Después de estar tres años prisionero, en 1821, pacificada ya la Provincia Oriental que se incorporaba al Reino Unido, se autorizó su vuelta a Montevideo.

Así que llegó al país tomó servicio en el Regimiento de Dragones de la Unión, cuyo jefe era el coronel Fructuoso Rivera, con empleo de teniente coronel y funciones de 2° jefe.

Cuando proclamada la independencia del Brasil para constituirse en Imperio, estalló en 1822 la discordia entre Lecor, portugués que apoyaba el nuevo régimen, y Da Costa, que se conservaba fiel a Portugal, Lavalleja estuvo con Lecor, siendo uno de los militares que firmó el acta de aclamación y reconocimiento de Pedro I, como emperador del Brasil, suscrita por su unidad en el arroyo de la Virgen el 17 de octubre de 1822, conforme la firmaron todos sus compañeros y su comandante.

Mas tarde aprovechó la oportunidad para ausentarse de la provincia y pasar a Buenos Aires en 1824, por lo cual las autoridades imperiales lo declararon desertor confiscándole los bienes.

La presencia de un jefe de los antecedentes de Lavalleja significaba mucho para la emigración repartida en todas las Provincias Unidas, y los planes de revolucionar la Cisplatina que lentamente se venían tejiendo, cobraron visos de posible realidad. Hallábanse en vías de concretarse cuando las dianas de Ayacucho anunciaron que la liberación de América del yugo de España se había consumado al fin. Exaltó la fibra Íntima de todos este clamoroso triunfo, y un vigor nuevo vino a inflamar el corazón de aquellos infelices “sin patria”,

Renovadas y activadas las inteli-

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