Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/739

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

su jefe, como sucedió a otros contados compañeros, entre ellos el capitán Carlos Castelar, pero desde el momento quedó marcado antes sus culpables superiores. Por esta razón, en los ascensos concedidos en el mes de febrero fué el único oficial que no lo tuvo, a pesar de que era el más antiguo del cuerpo, Protestó “respetuosamente” por la omisión que, por ser intencional no iba a ser reparada, y en cambio, el nuevo jefe del 3, Angel Casalla, uno de los firmantes del famoso documento en que los militares sublevados elevaban al gobierno a Pedro Varela, solicitó y obtuvo del Ministro de la Guerra — motinero asimismo — coronel Lorenzo Latorre, que se le diera de baja. Vigilado desde entonces por las autoridades, el capitán Lazies fué preso en el cuartel de Artillería en el mes de setiembre, pero pudo fugar embarcándose para Buenos Aires, donde se preparaba el movimiento armado que, bajo la bandera tricolor del año 25, esperaba restablecer en la República el imperio de la ley.

Abiertas las hostilidades, Lazies cruzó el Uruguay con una de las expediciones desembarcadas en el departamento de Soriano. Excelente oficial, tuvo a su cargo la organización de los planteles de infantería y al frente del batalloncito denominado “19 de Setiembre”, en calidad de segundo jefe del comandante Carlos Gurméndez, halló — del mismo modo que su digno comandante — gloriosa muerte en el combate de Guayabos, Paysandú, el 7 de octubre de 1875. Ultimado y desnudo, su cadáver quedó, como el de todos los caídos en la jornada, abandonado en el campo' a la piedad de los vecinos. — (Ver Carlos Gurméndez).

Sus restos, junto con los del compañero capitán Fernando Lagó, recibieron sepultura definitiva en el Cementerio Central de Montevideo el 7 de octubre de 1876. El acto significó una enérgica protesta contra el régimen que los había sacrificado y varias voces se hicieron oir en términos condenatorios. Algunas, como la del Dr. Pablo De Maria, rayaron en la temeridad considerado el momento en que fueron pronunciadas.

“El cañón no retumba, dijo, en honor de los jóvenes soldados que reclaman un sitio en esta sepultura, no redoblan los tambores enlutados... Felicitémonos que no se rin- dan honores militares a los compañeros cuyos despojos vamos a. sepultar; felicitémonos, porque los fusiles mercenarios no son dignos de quemar un cartucho en honor de sus victimas!”


LECOQ, FRANCISCO

Ministro, legislador, progresista hombre de negocios, nacido en Montevideo en 1790. Era hijo de un ingeniero militar español, Bernardo Lecoq, y de María Pérez Valdez, porteña, viuda de Juan Blanco y madre de Silvestre Blanco, Presidente de la Asamblea Nacional de 1830.

— 739 —