Merece destacarse, en la abnegada carrera de López, que en el año 1876, cuando una comisión que presidía José Pedro Varela en acto público realizado en el Teatro Solís, otorgó varias menciones honoríficas a directores de escuelas, hubo solamente dos diplomas de honor: uno discernido a la señora Gabriela Champagne y el otro a José María López, En tal oportunidad, el Reformador, dirigiéndose al maestro, le dijo, aludiendo a sus ensayos agricolas:
“A usted le quedará siempre la satisfacción de haber sido de los primeros que han puesto en práctica una necesidad sentida en nuestra Patria, de que muchos hablan, pero que pocos traducen en hechos, poniéndose a la labor y venciendo los obstáculos sin vana ostentación”.
Como homenaje póstumo, por suscripción popular, le fué erigido en la necrópolis del Cerro un sencillo monumento, en cuyo frente se lee la leyenda siguiente: “Al fundador de la primera escuela de práctica agrícola, Al benemérito maestro, el pueblo agradecido”.
LUNA, JOSÉ MARÍA
Militar de las guerras de la independencia, coronel del ejército.
Respecto a su pago de origen, hay buenas razones que llevan a creer que era nacido en la campaña del departamento de Paysandú.
Había sido soldado en los días de Artigas, pero recién se le nombra como cabo en el Pasaje del Ibicuy y en febrero y marzo de 1829 aparece sirviendo con grado de alférez en el Ejército del Norte — el ejército que conquistó las Misiones — en la guerra contra el Imperio y que fué causa primordial de la creación de la República, Más tarde figura como jefe de una “compañía de Guías”.
Adicto a Rivera desde el comienzo de nuestras luchas civiles, lo acompañó en la revolución titulada Constitucional (1838-38), distinguiéndose por su increíble rapidez de movimientos.
En la solución de continuidad que se registra en la lucha cuando el caudilio rebelde se vió en el caso de buscar refugio en el Brasil, derrotado, Luna llevó a cabo un “raid” por el actual departamento de Salto, a fin de tomar contacto y mantener vivo el entusiasmo de los amigos de causa.
El 12 de octubre de 1837, día señalado por Rivera para reiniciar la guerra civil, atravesó la línea fronteriza como jefe de vanguardia, al mando de unos doscientos hombres con los cuales pudo penetrar hasta la costa del Arapey, mientras el general revolucionario, introducida esa cuña, se ponía en marcha con el resto de su ejército.
Sirviendo en el ejército nacional, hallóse en la batalla victoriosa de Cagancha contra las fuerzas argentinas invasoras del general Pascual Echagüe, el 29 de diciembre de 1839.
