Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/769

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mo un taller de alfarería en el Pantanoso.

La circunstancia de haber sido traficante de negros, presentada como tacha a los antecedentes morales de Maciel, es de un valor muy relativo cuando se piensa que el predicado infamante de negrero — que no lo era en su época — podría aplicarse de igual modo a muchos otros respetables hombres ricos, más o menos contemporáneos de Maciel, tenidos ahora por “troncos de estirpe”.

Afiliado a la Hermandad de San José y Caridad, cofradía católica organizada en 1745, cuando se trató de establecer el pequeño hospital que Montevideo reclamaba a gritos, Maciel contribuyó a la obra con el espacioso almacén de su propiedad, en la calle Piedras próximo a Zabala, y allí, el 8 de junio de 1787 — con doce camas facilitadas asimismo por él — tuvieron iniciación los servicios metropolitanos de asistencia pública.

Más tarde cooperó eficazmente en la instalación del Hospital de Caridad en un edificio expresamente levantado en la calle 25 de Mayo, en la propia manzana que actualmente asienta y donde se recuerda su nombre, dado al hospital y a una calle que lo limita.

Asimismo, llevó gran parte en la construcción de la Capilla, anexa a la casa benéfica, y fué favorecedor constante del meritorio establecimiento.

Por su interés humanitario tuvo el dictado de Padre de los Pobres, que sin duda mereció — rara avi entre los tipos de avaricia y de egoísmo siempre abundantes — pero no hay que creer tampoco, y así resulta del estudio de los papeles del archivo de la Comisión Nacional de Caridad, que todo fué desinterés y dar dinero para el hospital y socorro para los desvalidos. Está documentado que junto a las donaciones había préstamos a interés, y que muchas de las creídas larguezas — que proclamaron cronistas propensos a generalizar — eran simples ventas comerciales, según los constantes.

La mención de estos hechos no puede, desde luego, amenguar en nada los méritos indiscutidos de Maciel a la gratitud de sus conciudadanos, ni importa irrespeto a su memoria, pero tampoco es razonable que a título de un exagerado temor reverencial o por respeto a la tradición, se magnifiquen y se propaguen inexactitudes.

Cuando las invasiones inglesas de 1806, contribuyó entusiasta como miembro del comercio, al equipo y manutención de la división de voluntarios que formó para la expedición reconquistadora de Buenos Aires.

Enrolado el mismo en las tropas defensoras de Montevideo como capitán de Voluntarios de Infantería, cuando el enemigo se cerró sobre la plaza, la muerte no respetó a este hombre tan bondadoso y humanitario, que después de la pelea

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