Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/77

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tro de taquígrafía. Siendo corrector de “La Paz” hizo conocimiento — que luego le sería muy útil — con José Pedro Varela, director del diario.

Poco después, las exigencias de la vida como sucede muchas veces lo llevaron a escribir en “El Uruguay”, que dirigía Isaac de Tezanos en la época de auge de este personaje, en “El Nacional” de Moncayo y en “El Ferrocarril”, en los malos tiempos del 75 - 76. En 1877 compiló “El Indicador Oriental”, libro útil y necesario, especie de guía, con el cual se abre la larga lista de sus publicaciones.

Iniciada el mismo año la obra de la reforma escolar, José Pedro Varela le proporcionó un cargo de auxiliar en las oficinas de la dirección en el que Araújo supo desempeñarse cumplidamente.

Ascendido en jerarquía, llegó en 1880 a Inspector de Escuelas del departamento de San José, donde consagró diez años de entusiasta y diaria labor a la causa de la instrucción primaria, y fundó una especie de filial de la Liga Patriótica de Enseñanza. Transferido en 1891 a la capital como profesor de Historia y Geografía en la Escuela Normal de Maestros que venía de ser creada, tuvo más tarde iguales funciones en la Escuela Normal de Señoritas e interino por algún período la Inspección Técnica de Enseñanza, la de Escuelas Privadas y la sub-dirección del Instituto Normal de Varones, con igual celo y competencia.

Preceptor y educacionista de prestancia, la verdadera vocación de Orestes Araújo fué sin embargo la de historiador y puede ser, todavía, la de geógrafo. Por lo demás, y conforme lo demuestra la nómina de obras con que aumentó la bibliografía nacional, sus actividades de escritor eran múltiples.

Juzgado como historiador, caracteriza la variada y larga obra de Araújo una laboriosidad admirable, a la cual se une el mérito de haberse abocado, el primero, a nuestros temas de civilización, siquiera lo hiciese en forma incompleta y algunas veces — por falta de tiempo — sin contralor suficiente de la información. Empeñada e ingrata siempre, semejante tarea, su valor se acrecienta al pensar que se realizó en un medio refractario y abrumado por tareas de obligación absorbente y cotidiana. Sin más medios de vida que los que derivasen del tiranizante trabajo, se vió acaso en la disyuntiva de barajar materiales de sus propias páginas bajo títulos y estructuraciones distintas.

Sus trabajos en materia geográfica tal vez podría reputarse de más ley que los de historia, destacando entre ellos su Diccionario Geográfico del Uruguay, obra de positivo mérito y de amplia información, de la cual existen dos ediciones, la primera de 1900 y la segunda de 1912, que únicamente la supera en el número de nombres.

En esta incesante brega llegó don Orestes hasta el último período de su existencia, y herido ya por la enfermedad que debía llevarlo a la

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