Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/784

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reconocidas condiciones de habilidad y su ductilidad política, el Dr. Magariños se atrevió a expresar algunos reparos acerca del generalato con que se pretendía premiar los servicios del coronel Santos, y esta disparidad de ideas lo puso en el caso de abandonar el gabinete el 6 de agosto de 1881. “Nada perdía el país con su retirada — dijo en la prensa un talentoso hombre de Estado — pero era difícil hallar para reemplazarlo, un hombre del talento, de la ilustración y de la representación social del Dr. Magariños”.

Desde entonces no se le halla más en funciones públicas, Se acogió a los beneficios de la jubilación, falleciendo en la capital el 24 de julio de 1884.

Fué el tronco de los Magariños Solsona y de los Magariños Rowley.


MAGESTÉ, FRANCISCO

Sacerdote, español de nacionadad, pero cuya existencia, en su larga y destacada faz, transcurrió en el Uruguay.

Elocuente orador, nutrido de sólidos estudios y poseedor de lenguas clásicas, fué el doctor Magesté uno de los más brillantes predicadores que se hayan escuchado en el Rio de la Plata.

Nacido en Valladolid en 1807, arribó a Buenos Aires en 1838 precedido de la fama que le había ganado su actuación en la patria, donde predicó delante de Fernando VII, cosa que si se consideraba gran honra, ello provendría de tener de oyente a una real persona, pues Fernando VII era el tipo patológicamente estulto y menguado del Borbón, desdeñoso de la cultura.

Integraba Magesté el primer grupo de jesuitas venidos a la Argentina cuando Rosas restableció la famosa Compañía, creyendo que, al propiciar su vuelta, iba a tener un nuevo elemento dócil y servil a sus planes de tirano.

Convencido de que los jesuitas picaban alto y nunca serían instrumento suyo, no demoró Rosas mucho tiempo en expulsarlos de sus dominios. Magesté, sin embargo, en funciones docentes y a título provisional, permaneció en Buenos Aires, hasta el día en que la orden le hizo saber que debía pasar a Montevideo a reunirse con sus demás compañeros.

En tales circunstancias, Magesté, dispuesto a servir a Rosas, alegó que habiéndosele prohibido abandonar la ciudad bajo pena de vida, no le podían obligar a la obediencia con peligro de aquélla. Por toda contestación, el padre Verdugo, superior inmediato, le envió las testimoniales por las que se le expulsaba de la Compañía de Jesús.

En esa nueva condición dirigió, con Alberto Larroque, un colegio llamado Republicano Federal de Buenos Aires.

Al producirse la caída de la tiranía, adhirió a Urquiza y tuvo a su cargo el discurso en la celebración

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