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pulos de la Facultad de Medicina, donde da 1874 a 1906 regenteó la cátedra de Historia Natural Médica.

Verdadero maestro, Arechavaleta, “más que ningún otro de sus contemporáneos — dice el Dr. Ergasto Cordero — dejó impresos en sus oyentes y en sus alumnos, con el ejemplo, el entusiasmo y la probidad, hasta donde puede el hombre que enseña comunicar a los que tiene a su alrededor su propio esfuerzo perseverante y honrado.”

“El forjo la juventud que algún día había de suceder a los fundadores de la casa.”

El 26 de abril de 1892, fué designado para sustituir al profesor Carlos Berg en la Dirección del Museo de Historia Natural, cargo que el 10 de agosto del 93, se elevó al rango de Director General del Museo Nacional.

Corresponde a su periodo directivo la aparición de los “Anales del Museo Nacional de Montevideo”, que alcanzaron a formar siete tomos casi totalmente de su pluma y en los cuales se incluyen sus “Gramíneas del Uruguay” y su “Flora Uruguaya”. El mérito de este trabajo, interrumpido con la muerte del autor, traspasó las fronteras nacionales para ser altamente apreciado en los círculos científicos, sobre todo en los países limítrofes, a los cuales se halla ligado íntimamente.

Espíritu amplísimo, enamorado de Grecia — que visitó lleno de emoción postrándose ante el Acrópolis — Arechavaleta tuvo un activo papel en las campañas culturales de la Sociedad Universitaria y del Ateneo, inserto en los “Anales” de este sus primeros escritos científicos y fué de los liberales militantes del Club “Francisco Bilbao”.

Su actividad intelectual no disminuyó con los años y sus trabajos puede decirse que sólo concluyeron el día que terminó su vida, el 16 de junio de 1912.


ARENA, DOMINGO

Periodista, senador, diputado y hombre político. Vió luz en Tropea, localidad de Catanzaro, Calabria, Italia, el 7 de abril de 1870, pero sus padres emigraron al Uruguay el año 1877, de modo que su existencia vino a igualarse a la existencia de cualquier nativo.

Establecidos los suyos en San Fructuoso, capital del departamento de Tacuarembó, frecuentó las escuelas de la Villa, pero sus naturales disposiciones y sus deseos de adelanto lo condujeron a Montevideo en 1888, donde tuvo oportunidad de hallar mejores maestros, un poco avergonzado de verse casi un hombre entre condiscípulos todos menores.

Al poco tiempo consiguió emplearse en el estudio del Dr. Francisco A. Berra, pedagogo de fuste, a cuyos estímulos y consejos Arena se mostró siempre reconocido.

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