Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/81

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

Estudiante universitario, obtuvo título de farmacéutico para tener como ayudarse en la vida. Mientras tanto, completaba su bachillerato en ciencias y letras, pues había obtenido una plaza de auxiliar en la Fiscalía de lo Civil, a cargo entonces del Dr. Carlos Fein, y su propósito era graduarse en Derecho como efectivamente se graduó, a etapas lentas, recibiendo el título de abogado en 1903.

Para esto, desde tiempo atrás, figuraba en el periodismo metropolitano como cronista de “El Día”, órgano del que era Director José Batlle y Ordoñez y donde entró llevado a la casa por Carlos Travieso.

La amistad prestamente estrechada con Arturo Santana, unida a las brillantes condiciones intelectuales del recién venido, le abrieron rápido camino en el papel público del que más tarde llegaría a ser uno de los directores y al cual estuvo ligado hasta la hora de su muerte, conforme se ligó a Batlle y Ordoñez para ser el más fiel de sus amigos, el más entusiasta de sus admiradores y panegiristas y su verdadero confidente.

El encumbramiento de aquél, elegido Presidente de la República en 1903 y reelecto en 1911, llevó a Domingo Arena a altas posiciones políticas, principiadas con su ingreso a la Cámara de Diputados, votado en el departamento de Tacuarembó el año 1905. Reelecto en 1908 y en 1911, no finalizó el término pues el mismo año pasó a ocupar la senaturía por Montevideo, para luego, al concluir el sexenio, entrar de nuevo a la Cámara de Diputados representando el departamento de Minas, cuya banca dejó en 1919, para ir a formar parte del Consejo Nacional de Administración.

Orador de palabra fácil y persuasiva, brillante sin necesidad de artificios retóricos, fué en las cámaras por mucho tiempo, si no precisamente el líder de la bancada batllista — casi siempre mayoritaria — el genuino interprete del pensamiento de Batlle, sobre todo en las cuestiones de legislación social.

Ideológicamente en fronteras con el socialismo — socialista sentimental antes que científico desde luego —, pudo a veces ultrapasar el límite de los programas avancistas. Se hizo campeón de todas las leyes liberales, especialmente de aquellas que prestigiadas por su partido tendían a beneficiar a las clases obreras y a todos los necesitados de protección y justicia en cualquier sentido, y llevó a la lucha un hondo fervor humano y comprensivo que se extendía a los animales y a las plantas, en una especie de panteísmo sin estructura doctrinaria, pero de efusión rebosante y comunicativa.

En cuanto a su labor periodística — polifacetada y enorme —, que cuenta así en editoriales político-sociales y en sus excursiones por los campos científicos y médicos, como en livianos sueltos de gacetilla, las colecciones de “El Dia” justificarán amplia-

— 81 —