tituyente de 1828, y auxiliar de la Secretaría de la Cámara de Representantes hasta fines de 1830.
Ligado por relación de familia con Miguel Barreiro y con Monterroso, participó en la revolución de 1834, en calidad de secretario del general Juan Antonio Lavalleja, cuando éste invadió el territorio nacional. Derrotado el caudillo anárquico, Moreno tuvo necesidad de refugiarse en la provincia argentina de Entre Ríos, sin volver al país hasta la presidencia de Oribe, a quien sirvió en la lucha contra la revolución llamada Constitucional, promovida por el general Fructuoso Rivera en 1836.
Dimitente el presidente Oribe, Lucas Moreno volvió a Entre Ríos, donde tenía un buen amigo en el general Justo José de Urquiza, para dedicarse a actividades comerciales, mientras conservaba el mando de una pequeña fuerza de emigrados uruguayos. Los vínculos que lo ligaban con Urquiza no se interrumpieron nunca y le cupo en suerte enviarle recomendado para que le diera trabajo — en circunstancias difíciles de explicar — a Nico Coronel, sujeto de pésimos antecedentes, el mismo que en 1870 encabezaría la banda de asaltantes que puso fin a sus días, en el nublado atardecer del jueves santo de aquel año, (Ver Nico Coronel).
Más tarde, en 1843, Urquiza lo invistió con el título de Comandante en Jefe de la 5ª División del Ejército Entrerriano, con la cual pasó a operar en territorio nacional, hasta que llegó la orden de repasar el Uruguay, para servir en la campaña de 1846, en Corrientes, contra el general José María Paz.
En setiembre de este mismo año, después de solicitar su separación del ejército entrerriano, se restituyó a la República, donde fué reconocido como teniente coronel de caballería de Nacionales en el ejército del general Oribe, el 23 de diciembre de 1846.
Meses después se le designó, con fecha 5 setiembre de 1847, Comandante Militar del departamento de Colonia. Estrenóse con buen éxito apoderándose de la Villa de Carmelo el 3 de febrero, y el 18 de agosto del 48 tomó por asalto la ciudad fortificada de Colonia, en una brillante operación militar, la más notable de su carrera de soldado. Pero más digna de mención que la victoria, fué entonces la conducta observada por el teniente coronel Lucas Moreno, respetando la vida de los jefes, oficiales y plazas prisioneros, con los cuales empeñó palabra de que serían puestos en libertad.
El general Ignacio Oribe, su inmediato superior, aplazó el cumplimiento de estas condiciones a lo que resolviese su hermano Manuel, como titulado Presidente de la República; y éste — bajo la presión de muchos de sus propios amigos que aplaudían, estupefactos, la generosa actitud de Moreno, en evidente contraste con las bárbaras prácticas rosistas en vigencia — aprobó “en general”, por oficio del 22 de agosto del 48, la con-
