Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/879

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sistencia, y llevándolo, al fin, a inclinarse a una política conjunta con el general Oribe.

Al gobierno provisorio de Luis Lamas, organizado por los revolucionarios, siguió el interinato de Manuel Basilio Bustamante, presidente del Senado, contra el cual, el 25 de noviembre, los conservadores llevaron un nuevo ataque por las armas. Los diputados Muñoz y Fernando Torres volvieron a ser dueños por un momento de la casa del Fuerte, residencia del Poder Ejecutivo, pero también fueron vencidos en esta última tentativa.

El día 28, un decreto de Bustamante, fundamentado en que habían aparecido diputados de la Nación acaudillando la fracción armada, declaró a Muñoz, a Torres y a Eduardo Bertrán, responsables de las consecuencias de la perturbación de la tranquilidad pública.

Muñoz y sus colegas, mirando por sus vidas, pasaron a Buenos Aires, mientras el ambiente se despejaba, pero los temores del gobierno, lejos de disminuir, se acrecentaron a punto de que el 11 de enero del 56 se les prohibió regresar al país, pues su presencia era una amenaza contra el orden, debiendo estarse, por lo demás, a lo que la Cámara resolviera respecto a su conducta como legisladores.

Ese estado de cosas duró pocos días, pues José M. Plá, presidente del Senado en ejercicio del Poder Ejecutivo el 15 de febrero, derogó — el último día de mando, el 29 de febrero — la posición de Bustamante, “queriendo demostrar una más el deseo sincero de que se sados errores con la unión franca y leal de todos los ciudadanos”.

Franqueadas así las puertas de la República, regresó el Dr. Muñoz a la capital, reincorporándose a la Cámara de que formaba parte.

Perseguido en el gobierno de Pereira, ausentóse para la Argentina donde le esperaban días difíciles, pues ni siguiera tenía revalidado su título de abogado. Sin embargo, gracias a los oficios del Dr. Eduardo Acevedo, que residía a la sazón en la capital porteña, obtuvo el cargo de administrador de una de las estancias de Gregorio Lezama en el Azul y allí, por cinco años, de 1856 a 1861, se contrajo con singular espíritu de adaptación a ser estanciero en aquella remota frontera, donde llegaban todavía las invasiones de los indios, vigilando y haciendo prosperar las haciendas del millonario. En 1863 el general Venancio Flores alzó en la República la bandera de revolución colorada, pero el Dr. Muñoz fué uno de los pocos que se mantuvieron irreductibles cuando casi todos los viejos conservadores aceptaban los hechos consumados. “Opinó — dice Juan Carlos Gómez — que se debía condenar la intentona, declarando que no lo reconocía (a Flores) como representante del partido, porque no tenía ni podía tener más propósito que levantar una dictadura personal, explotando una

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