Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/88

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Firmada la paz de octubre de 1851, al organizarse la División Oriental que a las órdenes del coronel Cesar Díaz debía integrar el gran Ejército Aliado Libertador, destinado a destruir el poder de Rosas, las plazas de los antiguos batallones de Oribe refundidos y bajo nuevas denominaciones pasaron a formar en el cuerpo expedicionario. Arredondo contó entre esos oficiales, teniendo puesto en el batallón “Resistencia” al que fué destinado con fecha 20 de octubre de 1851. De este modo le cupo participar en la victoria de Caseros el 2 de febrero de 1852, recibiendo la respectiva medalla de plata.

Abatida la tiranía y vuelto a la patria, aparece como agregado al Estado Mayor hasta el 29 de octubre de 1852, en que a propuesta del jefe de la Guardia Nacional de Canelones, se le nombró ayudante de la misma, destino que debía servir por muy breve tiempo, pues el 16 de noviembre fué baja del ejército, a su solicitud, trasladándose a la República Argentina.

Allí, reconocido en el grado de mayor tuvo activa participación en las luchas entre Buenos Aires y la Confederación y durante la campaña del Paraguay sus servicios merecieron particular destaque.

Su papel en las luchas internas fué en cambio muy discutido, sobre todo en lo que dice como jefe de expedición a las provincias andinas y en el episodio de la muerte del general Ivanowsky.

En el escalafón argentino sus ascensos se hallan repartidos del siguiente modo: sargento mayor graduado el 11 de junio de 1858 ; mayor efectivo el 22 de diciembre ; teniente coronel el 9 de mayo de 1860 ; coronel graduado el 19 de setiembre de 1863; coronel efectivo el 28 de enero de 1864 y general el 18 de julio de 1867.

Ausente y desvinculado de su patria desde hacía más de treinta años, pues cuando vivió en Montevideo en 1880-81 fué en calidad de emigrado argentino, a Buenos Aires lo fueron a buscar nuestros políticos el año 1886, para hacerlo jefe juntamente con el general Enrique Castro, del movimiento revolucionario que se preparaba — sin bandera partidista tradicional — para poner fin al insoportable predominio del general Máximo Santos en la República. El plan respondía a que hubiese un general colorado y otro blanco, con mando alternativo o dual.

Cometían los blancos nacionalistas un lamentable error, pues si no tenían otro jefe de su parcialidad, Arredondo era el contra indicado. Extraño a la República y a su vida, desconocido aquí, ni siquiera poseía la atracción personal, don inapreciable que es un imán en los ejércitos criollos. Cargado de espaldas, cetrino, barbi-lampiño con algo de indio, un voluntario maltes, Juan Chabrier, que hizo la fugaz campaña a órdenes suyas, dice refiriéndose al jefe : “El general Arredondo es hombre como de 55 años, estatura regular, un poco encorvado, bastante nervioso y tan parco en palabras que parece que fuese mudo… No ha-

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