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bla, por tanto, más que lo indispensable”.

Aceptó Arredondo el difícil cometido de mandar en jefe confiando en que la campaña del sur conservaba elementos capaces de responderle, pero los hechos le demostraron que estaba equivocado.

El gobierno uruguayo reclamó de la intervención del alto jefe argentino en preparativos revolucionarios contra el país y lo puso en el trance de solicitar la baja que obtuvo el 25 de enero del 86.

A la invasión siguió casi de inmediato la derrota de Quebracho que puso fin, en breves días, a lo que se creía un movimiento en seguro rumbo de triunfo, el 31 de marzo de 1886.

Arredondo, a quien Santos odiaba particularmente, logró escapar a la persecución muy activa de los vencedores, ganando el Brasil para de allí trasladarse a la Argentina.

Su conducta en la revolución del 86 fué juzgada diversamente y con raro apasionamiento por sus compañeros de armas. En 1887, en un banquete político en Montevideo, la simple enunciación de su nombre levanto una tempestad de protestas.

Pero corresponde decir, en justicia, que no hubo nunca un cargo concreto y fundado que pudiera hacérsele al general Arredondo en este último capítulo sin fortuna de su larga vida militar.

Reincorporado al ejército argentino una vez de regreso en Buenos Aires, falleció el 20 de setiembre de 1904, en la capital porteña.


ARREGUINE, VICTOR

Hombre de letras, educador y periodista, nacido en Montevideo el 8 de octubre de 1863. Hijo de sus obras, peleó la vida desde abajo en porfiada y larga batalla de años y no hizo nunca misterio de sus tiempos mozos, cuando era dependiente de almacén y guarda de tranvía. De inteligencia vivaz, su bondad y su sencillez — inalterada en los días de prosperidad — cautivaban a priori.

Se estrenó en letras haciendo periodismo en “La Razón” y en “El Día”, cuyas colecciones guardan crónicas de fina observación y marcado sabor nativista. Dividida su restante tarea de pluma entre la poesía y la historia nacional, el primer título de la bibliografía de Arreguine, que remonta al año 1886, es una crónica de la revolución vencida en Quebracho en el mes de marzo del propio año y en la cual el mismo participó como soldado.

La figura del general Fructuoso Rivera, fundador del Partido Colorado, tuvo para Arreguine la atracción particular que surge de sus “Narraciones Nacionales, Artigas y Rivera”, publicadas en 1890.

Ahondando en la vida y en las hazañas del caudillo, sus inclinaciones al estudio del pasado se pronunciaron a tal punto que en 1891 solicitó del cuerpo legislativo un subsidio para dedicarse a escribir la historia de la República. La falta de andamiento del pedido lo puso en el trance de dejar de lado tarea

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