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López y los ejecutores de sus bárbaras órdenes.

La señora esposa, despojada de sus bienes y de su casa, arrojada a la calle, fué sustentada por limosnas de sus relaciones junto con los hijos que sobrevivieron a tantos rigores.

Al fin, con el triunfo de los Aliados vino la ansiada salvación y la animosa señora, de nuevo en posesión de lo que era de Nin Reyes, tuvo capacidad y energía para rehacer con los años una situación económica.

Fallecida en Asunción, respetable anciana, en la segunda década de este siglo, conservó para el victimador de su esposo, hasta la última hora, el odio inextinguible que merecía.


NIN REYES, FEDERICO

Ministro, hombre político y de negocios. Hijo de un comerciante catalán, Antonio Nin y Soler y de Benita Reyes, uruguaya, vió luz en Montevideo el 31 de diciembre de 1819.

Sus primeros años los pasó en Barcelona y Marsella, donde se habían trasladado sus padres y al regreso a la patria tuvo que abandonar sus estudios en la Universidad de Montpellier.

En Montevideo principió a trabajar en el comercio, pero las vinculaciones con el partido del general Manuel Oribe lo pusieron en el caso de emigrar a la caída de éste en 1838.

Después de la invasión del 42, Nin Reyes prestó servicios militares en las líneas sitiadoras de la capital, sin perjuicio de seguir sus actividades mercantiles.

Ajustada la paz de octubre de 1851, ingresó en la Cámara de Diputados como suplente convocado, colaboró sobre cuestiones de hacienda en “La Constitución” del Dr. Eduardo Acevedo y fué senador en la Asamblea doble de 1854.

Con fecha 17 de marzo de 1856, el presidente Pereira lo designó Oficial Mayor del Ministerio de Hacienda, puesto que Nin Reyes estaba ampliamente capacitado para desempeñar. Vacante la cartera por renuncia del general Lorenzo Batlle, las influencias oribistas que actuaban sobre el Presidente lo llevaron a ocupar ad-interim aquella secretaria de Estado el 27 de noviembre de 1857. En este cargo lo vino a encontrar la revolución de los colorados conservadores que encabezó el general César Díaz y los terribles sucesos de Quinteros, siendo Nin Reyes uno de los políticos que sostuvieron ante el Presidente la adopción de medidas de rigor que nunca hasta entonces se habían conocido en el país, apoyando los excesos de su colega el Ministro de Gobierno Dr. Antonio de las Carreras. Ahogada en sangre la revolución, ambos ministros quedaron frente a frente en la lucha de ganarse la vacilante voluntad de Gabriel A. Pereira, que, en esa época, al peso de los años había sumado los estragos de la intemperancia.


Carreras pareció llevar la peor parte, pues tuvo que abandonar el gabinete y Nin Reyes fué designado

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