Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/920

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

rre, siendo suya la frase famosa, tantas veces repetida, de una carta dirigida al dictador: “Gracias a Vd, señor, la campaña es habitable”.

Alma de los trabajos encaminados a fundar la Asociación Rural del Uruguay, tuvo la satisfacción de ver constituida esta benemérita entidad, aunque fuese en días de plena guerra civil, el 3 de octubre de 1871.

Propagandista de la refinación de los ganados, de la aclimatación de especies nuevas y de la plantación intensiva de árboles, ningún asunto atinente a los progresos agrícolo-ganaderos le fué ajeno, y predicó con el ejemplo, siendo él quien introdujo en el país las cabras de Cachemira y de Angora.

Incansable en sus propósitos de adelanto, tuvo parte activa en múltiples cuestiones relacionadas con las problemas de la campaña y de su legislación especializada, y en 1873 se le incluyó entre los encargados de la redacción del Código Rural, que entró en vigencia en 1875. La Asociación Rural, en premio a tan importante obra, le decretó una medalla de oro.

Escritor de pluma fecunda y llana, colaborador en diarios y revistas sobre temas facultativos, sus escritos y las correspondencias que acostumbraba a enviar desde el extranjero en el curso de sus repetidos viajes por Europa y Estados Unidos, corren impresos bajo diversos títulos, entre los que se encuentran: Correspondencias, 1877; Conferencias sociales y económicas, 1883; Pensamientos Rurales, 1892; etc., a los que es preciso agregar un primer libro: Tratado sobre las cabras de Cachemira y Angora, que hizo publicar en Victoria, España, en 1868, cuando su primer viaje y del que existe una segunda edición ilustrada, de Montevideo, del año 1877.

Asimismo es autor del opúsculo histórico “La conclusión de la Guerra Grande”, interesante por los recuerdos personales que aporta, pero descuidado en cuanto al control que debe primar en estudios de esta clase y no exento de afirmaciones peregrinas que pretendía respaldar con los papeles de su archivo. A su muerte, sin embargo, éstos no aparecieron por ningún lado y se dijo entonces que Ordoñana los había quemado en un mal momento de enfermo.

Ferviente cultor de las glorias nacionales, en 1863 hizo en campos de su estancia, valiéndose de los últimos testigos sobrevivientes, una “información ad-perpetuam”, para determinar con exactitud el lugar donde desembarcaron los Treinta y Tres en la Agraciada el 19 de abril del año 25, y en ese sitia mandó construir una pirámide conmemorativa.

Llevado por sentimientos semejantes, el 11 de octubre de 1888 inauguró en Punta Gorda otra pirámide recordatoria de los primeros marinos españoles exploradores de las bocas del Río Uruguay.

Hallándose en gira por Europa — los viajes eran el único alivio para la neurastenia melancólica que lo aquejaba en los últimos tiempos — don Domingo Ordoñana falleció en Barcelona, el 22 de enero de 1897.

— 920 —