Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/926

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a Soler y obligar a Dorrego a traspasar el Uruguay, después de deshacerlo totalmente en Guayabos el 10 de enero de 1815.

Capitán en el Batallón de Libertos que mandaba Rufino Bauzá, de guarnición en la capital durante los períodos gubernamentales de Otorgués y de Barreiro, salió de la plaza el 19 de enero de 1817, cuando los portugueses vencedores iban a ocuparla, sin posibilidad de ofrecerles resistencia.

El general Lecor, una vez posesionado de la capital, vino a hallarse, como se sabe, en situación por demás precaria, virtualmente sitiado por los patriotas y dueño apenas del área que pisaba y en ese trance vióse en la obligación de tentar alguna salida para aprovisionarse de ganado. Tuvo Ignacio Oribe muy buena actuación frente al enemigo, siendo su conducta distinguida particularmente en los choques de Casavalle y Paso de Cuello.

Pero en ese mismo año, promediando setiembre, en los días en que la resistencia al invasor parecía llegada al extremo y la derrota, que había labrado hondamente en los espíritus, era entonces como sucede siempre, mala consejera, Ignacio Oribe, a la par de un grupo de meritímos jefes y oficiales que integraban las fuerzas de Otorgués, cayó en el lamentable extremo de defeccionar de las filas envuelto en una hábil red de maniobras, tejida de consuno por los políticos porteños y el gobernador portugués de Montevideo.

Embarcaron entonces los nuestros. para Buenos Aires, en buques proporcionados por Lecor, consentidos de que iban a servir a la causa de América, pero en cambio les tocaría verse mezclados y participar en las contiendas de la otra banda.

Subyugado el país, retornó Oribe en 1821 presa de amarga decepción, para vivir vida de simple particular bajo un gobierno extraño.

Cuando los conquistadores, divididos en imperialistas o brasileños y realistas o lusitanos, en 1822, permitieron abrigar una pequeña esperanza de redención, el capitán Oribe, sospechoso a los ojos de los primeros, fué aprehendido hallándose en Cerro Largo donde trabajaba de estanciero. Se le remitió en tal calidad a Rio Grande, destinado a permanecer allí hasta 1824, cuando la situación en la Cisplatina estuvo totalmente despejada y consolidado aparentemente el régimen imperial.

En contacto de antemano con el grupo patriota que preparaba la audaz invasión del 25 y pronto a darle valiosa ayuda, mantúvose en su establecimiento de campo de Cerro Largo a fin de no despertar sospechas al enemigo.

A los pocos días de efectuado el desembarco de Lavalleja y sus treinta, y dos compañeros en la Agraciada, el 19 de abril, levantóse en armas y prestamente tuvo a sus órdenes un nutrido contingente de soldados con los cuales se incorporó a las fuerzas patriotas.

En el mes de junio ya era capitán comandante del 2° escuadrón del

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