Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/930

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Inspector del Ejército en el arma de caballería el 19 de setiembre de 1861, en la presidencia de Berro, en los comienzos del 65 o sea en las postrimerías del gobierno de Aguirre, tuvo el cargo de miembro del Consejo Militar de Defensa, el 17 de enero. El general Antonio Díaz le confió, pocos días más tarde, el mando del 4° Cuerpo de Ejército de la Capital. Era un cargo casi nominal, pues los sucesos se precipitaban con marcha avasalladora, y el 21 de febrero el general Flores entraba victorioso en Montevideo.

El general Ignacio Oribe no fué molestado para nada por los vencedores, pues altamente considerado, en cualquier sentido, no levantaba resistencias ni atraía odios.

En el retiro de su casa falleció, victima de una larga y cruel dolencia, el 26 de diciembre de 1866.


ORIBE, MANUEL Ceferino

Militar de la independencia, segundo presidente constitucional de la República. Jefe histórico del Partido Blanco, una de las dos grandes parcialidades políticas en que se dividió la opinión nacional.

Nacido en Montevideo el 26 de agosto de 1792, hijo de un capitán del Real Cuerpo de artillería, Francisco Oribe, y de María Francisca Viana, se enroló en las filas patriotas como voluntario cuando el levantamiento del país. El estreno de armas fué en la acción del Cerrito el 31 de diciembre de 1812, cuando los españoles sitiados en Montevideo efectuaron su salida y su tentativa infructuosa de apoderarse de aquella altura estratégica. Entró en la plaza el día que los independientes la rindieron y en la disención de Artigas con los gobernantes de las Provincias Unidas, se mantuvo fiel a las banderas del caudillo, y participó de la resistencia nacional contra la invasión portuguesa desatada por el centralismo porteño. Muy adelantado el año 1817, y caído ya Montevideo en poder del extranjero, engañado Oribe a la par de otros oficiales por las promesas del Director Pueyrredón cuyo empeño era restarle elementos al Protector de los Pueblos, entró en el plan de abandonar la lucha, pasando a Buenos Aires junto con su hermano Ignacio y el coronel Rufino Bauzá, llevándose consigo el Batallón de Libertos y un batallón de artillería.

Lamentable en sí misma esta actitud, en que el desaliento de lograr la victoria pudo haber influido mucho, adquirió caracteres antipáticos por el hecho de que en ella entraba en juego el odioso portugués general Lecor, facilitándoles los medios de navegación con que pasaron a Buenos Aires, no sin haber tentado decidirlos a que sumasen sus hombres a los de la ocupación extranjera, proposición que nuestros oficiales rechazaron con dignidad.

El gobierno directorial, como no podía ser de otro modo, recibió muy

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