Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/934

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el mero hecho de ponerse al servicio, como subalterno, de un gobierno extraño, aparejaba cuando menos una dualidad incompatible con la investidura de Presidente de la República que se atribuía.

Al frente de un ejército argentino de más de diez mil hombres, salió de Buenos Aires para combatir a la Coalición del Norte, formada por las provincias de Tucumán, Salta, La Rioja, Catamarca y Jujuy, en 1840.

Puesto en persecución del general Juan Lavalle, ganó sobre éste la batalla de Quebracho Herrado el 28 de noviembre de 1840, y luego lo alcanzó otra vez en Famaillá el 17 de setiembre de 1841. Lavalle, con unos hombres, trataba de abandonar el territorio argentino por Salta, cuando lo mató de casualidad una partida rosista. El gobernador de Tucumán, Marco Avellaneda, iniciador y alma de la Coalición, cayó prisionero en sus manos y fué degollado por su orden y su cabeza exhibida en una a en la plaza pública de Tucumán.

Una línea de sangre marca en el territorio de las provincias coaligadas la trayectoria del ejército de Oribe, cuyos excesos de procónsul, sus rigores y su fría crueldad, vinieron a mostrarlo bajo una faz desconocida y ni sospechada hasta entonces.

Extranjero en aquellas desgraciadas jurisdicciones, sin vínculos ni afectos en el territorio que iba pacificando por el terror, parece que se le hubiera elegido por esa misma condición de extraño para aquella campaña, que si lo acreditó justamente como militar, lo marcó desde otros puntos de vista ante la historia.

Ahora Rosas iba a aprovecharse de sus ansias de revancha para lanzarlo contra su propio país, instrumento de los nefandos planes políticos del tirano.

Al frente de un poderoso ejército denominado “Ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina”, que mandaba en jefe, derrotó en Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842, al ejército de Rivera, que en guerra contra el tirano de Buenos Aires había invadido la provincia de Entre Ríos. Los horrores de la campaña de las provincias se repitieron en esa ocasión, porque los métodos rosistas, si no estaban infiltrados en el ejército, era necesario que pareciera así para dar satisfacción a Rosas.

El presidente Rivera repasó el Uruguay y Oribe no demoró en vadearlo a su vez, frente.al Salto, avanzando por el territorio nacional indefenso sin detenerse hasta Montevideo, cuya plaza debía sitiar por espacio de casi nueve años, para luego, militarmente vencido, desistir de en propósito merced al tratado de paz de 8 de octubre del 51.

P. Pintos, biógrafo panegirista del general Oribe, dice juzgando de su conducta política: “El gran error de Oribe estuvo, después de su expatriación, en la firmeza de

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