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guisamo, era nacido en la Colonia del Sacramento el 6 de octubre de 1824.

Empezó sus servicios militares en la Guerra Grande, figurando como porta en el Estado Mayor de la 3ª brigada de caballería a mediados de 1844 y como alférez en la División Flores en el año 1845 ; en julio del año siguiente asciende a teniente 1° en el Escuadrón Escolta, formando parte del ejército que al mando del general Rivera operaba en el litoral de la República.

En junio de 1853 se le destinó a la Guardia Nacional del departamento de Colonia, habiendo llegado en ese mismo mes a ayudante mayor. A poco más de un año, el 11 de julio de 1854 fué promovido a capitán y nombrado jefe político de Colonia, cargo que desempeñó hasta el 19 de octubre del año siguiente, en que interinando el P. E. Manuel B. Bustamante, vino a sustituirlo José M. Palacios.

A servicio de sus convicciones partidistas, embarcó en la goleta Maipú con la expedición de revolucionarios del general César Díaz, con el grado de sargento mayor. Hizo toda la breve campaña y tuvo la suerte de no hallarse incluido — tal vez para luego ser muerto — entre los capitulados de Quinteros (diciembre de 1857 — enero de 1858).

Pronunciado el general Venancio Flores en 1863 contra el gobierno de Berro, sucesor de Pereira, buscó Arroyo un puesto en el ejército revolucionario, ganando mucho ascendiente sobre su jefe, no como militar valiente — cualidad común — sino como jefe de orden, cosa muy distinta.

Teniente coronel en la guerra, el general Venancio Flores le confirió el ascenso a coronel con fecha 19 de mayo de 1865.

Jefe Político y Comandante militar de la Colonia, al triunfo de la Cruzada, ocupó dicho empleo hasta el 22 de abril de 1867, en que se le acepta la renuncia que presenta obligado por su mala salud ; aquejábalo de largo tiempo atrás una afección cardíaca, que hizo crisis fatal el 24 de junio del 67.

El gobernador provisorio decretó en su honor la erección de un pequeño monumento funerario que recordara “al buen ciudadano y al valiente servidor de la patria”. No bastaría desde luego, una disposición oficial semejante para calificar al coronel Arroyo o a otro militar o funcionario ; pero junto con el decreto y con menos riesgo de sospecha hay que atenerse a las unánimes manifestaciones de duelo con que el departamento recibió la noticia de la muerte del ex-jefe político .

Formaron en el sepelio no solamente todos los coches de la ciudad, sino una gran cantidad que procedentes de las estancias conducían gran número de extranjeros cuyos vice-cónsules participaron colectivamente en el duelo. Se improvisó “una banda de música de aficionados para el acto y como no existía carro fúnebre confeccionaron uno ad-hoc para conducirlo a la última morada”.

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