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Entre Ríos en febrero de 1863, fijando residencia en Concordia. Allí iba a residir apenas dos años, arrastrando una existencia llena de necesidades. Anciano y sin modo de ganarse la vida, el favor de algunos amigos libró de una total miseria al veterano soldado de los Treinta y Tres. La muerte vino a alcanzarlo el 2 de enero de 1867 y el Jefe Político del Departamento, Justo Urquiza, hijo del Capitán General, lo despidió en el cementerio con palabras de elogio y de recuerdo.


OSIMANI, GERVASIO

Educador italiano, que dirigió juntamente con Miguel Llerena, durante treinta y cinco años, el gran colegio salteño denominado Instituto Politécnico, casa de estudios generales y universitarios, cuya esfera de acción tuvo proyecciones difíciles de apreciar, puesto que, atravesando fronteras, radió a zonas del Brasil y de la República Argentina.

Gervasio Osimani había visto la primera luz en Numana, pequeña población de las Marcas, provincia de Ancona, el 19 de junio de 1847.

Sus primeros estudios los hizo en un seminario, donde su espíritu se impregnó de catolicismo y de cierto espíritu casuístico particular.

Maestro en la escuela de una empresa industrial por cierto tiempo, emigró a la Argentina en 1871 en busca de mejores horizontes, y en Buenos Aires, en 1873, el presbítero español Emilio Pérez concertó sus trabajos como profesor del colegio que tenía dispuesto establecer en la ciudad del Salto.

Habiendo fracasado los planes del sacerdote por defectos de estructuración administrativa, Osimani, junto con otro compañero de la casa, Miguel Llerena, tomó a su cargo la tarea de reorganizar el Instituto Politécnico, que así se denominaba el colegio. Desde esa fecha hasta el 22 de noviembre de 1908, en que el Instituto pasó a ser propiedad del Estado, Osimani fué co-director de aquella casa donde recibieron instrucción o iniciaron su Carrera varias generaciones de la juventud salteña, habiendo tenido el honor de que dos alumnos formados en sus aulas, los doctores Feliciano Viera y Baltasar Brum, llegaran a la presidencia de la República, contándose además alto número de ministros, legisladores y magistrados entre el grandísimo núcleo de abogados, médicos, ingenieros, etc., bachillerados en el afamado colegio.

Al cabo de siete lustros de permanente labor y de atenciones contínuas, envejecidos ambos directores y delicado de salud Osimani, ofrecieron en venta al Estado el establecimiento, comprendiendo casa, equipos de materiales y biblioteca, mediante una pensión mensual vitalicia de ciento cincuenta pesos a cada uno de ellos, debiendo pasar la de Osamani a su viuda disminuida a cien pesos.

Propuesta demasiado generosa, el gobierno de la época no la desaprovechó por cierto, pero al hacerlo con

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