Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/944

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mortales fueran conducidos a la capital, enterrándoseles en lugar preferente del cementerio. Una comisión distinguida, nombrada ad-hoc, recibiría el cuerpo fuera de la ciudad, “y cubriéndolo con la bandera a cuya sombra había combatido por la libertad y la independencia de la República”, haría los honores del convoy.


OTERO, MANUEL Buenaventura

Ministro, legislador, hombre de letras y erudito coleccionista. Nacido en Montevideo el 14 de julio de 1857, era hijo del Dr. Luis Otero y de Romualda Bertrán.

Inició sus estudios preparatorios en Río de Janeiro, donde vivió nueve años, alumno del Colegio Pedro II, con propósito de doctorarse en leyes.

De vuelta a nuestra capital matriculóse en la Facultad de Derecho y se recibió de doctor en jurisprudencia en 1878, con una tesis que versaba sobre los cuasi-contratos.

Aparte de estos estudios especializados, se hizo de una amplia versación general, muy por encima de la entonces corriente entre universitarios y periodistas. Avanzado de ideas, las campañas liberales y culturales de la Sociedad Universitaria y del Ateneo hallaron así en Manuel B. Otero un elemento de primer orden.

En unión con Daniel Muñoz, Prudencio Vázquez y Vega y Anacleto Dufort y Alvarez, sacó a luz el 13 de octubre de 1878 el diario “La Razón”, hoja liberal destinada a adquirir mucha nombradía, desde cuyas columnas se hizo una abierta campaña contra el catolicismo, a la vez que se propugnaba por los derechos ciudadanos y la verdad democrática, Separado del diario, los días más oscuros del gobierno de Santos lo encontraron en Tacuarembó — San Fructuoso — donde fué a establecer su estudio de abogado.

Después de la evolución política de 1886, de nuevo en Montevideo, dirigió el diario “La Libertad”, que tuvo cortísima vida.

Diputado por el departamento del Salto en el gobierno de Tajes, votó al general Luis Eduardo Pérez en la lucha presidencial de 1890, y distanciado del gobierno de Herrera y Obes, no fué reelecto.

En la presidencia de Idiarie Borda en 1894, se le nombró abogado del Departamento Nacional de Ingenieros y más tarde fué miembro de la Comisión de Estudios del Puerto de Montevideo, donde intervino con eficacia en varias importantes cuestiones, conforme estaba habilitado para hacerlo por su notable versación en materias científicas.

A este período de tareas corresponde el libro, escrito en colaboración con el Dr. Ezequiel Pérez, en el cual se hace un estudio completo y documentado a fondo, sobre los predios ribereños de la bahía, afectados por la construcción del puerto artificial en proyecto.

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